Iván Arenas
Perú21, 4 de julio del 2025
«Estamos ante una de las revoluciones capitalistas más importantes de la historia nacional: la revolución del ‘Gold rush’ peruano. Pero es una revolución ‘salvaje’ e informal, además de ilegal, donde se impone la ley del más adinerado…».
Es 24 de enero de 1848. Estamos en Coloma, California. James Marshall, empleado del terrateniente John Sutter encuentra una pepita de oro. Días después, en febrero, explotaría en Francia lo que se ha llamado la “primavera de los pueblos” luego de una crisis económica y del campo que ya venía desde 1845. En el Perú gobierna Ramón Castilla y el debate republicano giraba alrededor de los “románticos intelectuales”.
Pero estamos en la Hacienda Sutter, el hombre salió de la Suiza de los cantones pobres para llegar a California. Era el hombre más rico de una California que ya había sido anexionada a los Estados Unidos. México había perdido la guerra.
Desde enero y hacia adelante, cientos de “emprendedores” ya han invadido las tierras de Sutter. La “fiebre del oro” o el “Gold Rush” comienza con invasiones de la propiedad privada. Sobre los terrenos de Sutter y otros lugares ha de establecerse el “sistema de reclamaciones” y se deberá de cumplir a balazos. Quien llega primero se queda con el terreno. El “Gold rush” de California es una revolución capitalista pero más salvaje, con invasiones de propiedad. Sutton habría de terminar maldiciendo aquel 24 de enero.
En el Perú de hoy también hay una revolución capitalista alrededor de la “fiebre del oro”. Aquí como allá, pero hace más de 150 años, los emprendedores de la fiebre del oro han invadido concesiones y propiedad de suelo y del subsuelo. El fenómeno es tan grande que involucra a todas las regiones y a más de 300 mil personas directamente.
Estamos ante una de las revoluciones capitalistas más importantes de la historia nacional: la revolución del “Gold rush” peruano. Pero es una revolución “salvaje” e informal, además de ilegal, donde se impone la ley del más adinerado y donde se solucionan las cosas a balazos. En Pataz, el sistema de balazos ha de llamarse “pechar”.
La industria aurífera informal e ilegal es tan poderosa que participan los formales, los grandes proveedores de “línea amarilla”, camionetas, explosivos y plantas procesadoras. Además de todo lo anterior, operadores de izquierda se han allanado al nuevo rico capitalista minero y han empeñado su “capacidad de operar” además de inventarse un nuevo “sujeto revolucionario”: el minero ancestral. Otros operadores apelan a Dios en un país laico. La hipocresía tal cual.
¿La salida? Todo indica que necesitamos “reconocer” el fenómeno y llegar a entendimientos entre el dueño de la concesión y quien hace la labor a pesar de que este último se ha metido “hasta el baño” como se dice.
Falta una Ley MAPE y eliminar el Reinfo. Pero una nueva Ley MAPE debe respetar el sistema de concesiones, no reducir el tiempo de estas (se pretende bajar de 30 a 10 años) y borrar lo de “concesiones ociosas” (que no existe) y lo de “minero ancestral” (que tampoco existe).
Lo otro es reconducir ese capitalismo minero salvaje, informal e ilegal hacia una representación política y electoral diferente a la que propone la izquierda.