Iván Alonso
El Comercio, 15 de agosto del 2025
“¿Por qué exportaban tan poco los países subdesarrollados? Pues porque subsidiaban todo lo que producían localmente sin importar el costo”.
La American Economic Association publica en la última edición de su “Journal of Economic Perspectives” una larga entrevista a Anne Krueger, una eminencia de la profesión, que ha enseñado en prestigiosas universidades, como Minnesota y Stanford, y ha sido economista principal del Banco Mundial y subdirectora del Fondo Monetario Internacional. La entrevista abarca muchos temas, pero los que más vale la pena reseñar aquí son los relacionados con el comercio internacional y el desarrollo.
Krueger comenzó su carrera académica hace 60 años cuestionando la sustitución de importaciones, una política universalmente recomendada por los economistas de la época para promover la industrialización, pero que resultó totalmente contraproducente. ¿Por qué exportaban tan poco los países subdesarrollados? Pues porque subsidiaban todo lo que producían localmente sin importar el costo. En una visita a la India un empresario le mostró, con sus libros de contabilidad a la mano, que sus insumos le costaban más de lo que costaba el producto terminado en Inglaterra… ¡pero el precio al que lo vendía en su país era más del doble!
En Turquía había hablado con muchos empresarios, documentando las ineficiencias del proteccionismo. Años después se encontró con uno de ellos, cuya empresa había quebrado luego de que se pusieran en práctica algunas de sus recomendaciones, quien le dijo que la perdonaba porque había encontrado una nueva vida como un exitoso exportador.
Corea del Sur era uno de esos países subdesarrollados cuyas exportaciones en 1960 eran apenas el 3% de su producto bruto interno (PBI). Sí, es verdad que dio incentivos a los exportadores; pero el milagro económico coreano no se debió tanto a esos incentivos ni a la política industrial de su gobierno que, en su momento, drenó de talento ingenieril las industrias de exportación y tuvo fracasos rotundos, como el de una planta de rodajes con maquinaria de última generación, que no necesitaba mantenimiento porque nunca se usaba. El milagro se debió, más bien, a que, fuera de esos incentivos, el gobierno trató de emparejar la cancha y fue relajando poco a poco su control sobre el resto de la economía. Fueron “montones y montones de personas”, dice Krueger, las que hicieron de Corea del Sur un país rico, incluyendo “los pequeños quioscos donde los padres trabajaban todo el día y el hijo de 8 años vendía el periódico” porque “había incentivos para todos”.
De esa misma manera es como el Perú ha llegado, digamos, a la mitad del camino y como puede recorrer la otra mitad: con incentivos para generar riqueza, se entiende; no para desperdiciarla en grupos de interés favorecidos por el poder político.