Idel Vexler, Educador
El Comercio, 5 de enero de 2017
El Congreso de la República aprobó en el último día de la última legislatura ordinaria un proyecto de ley que fija el 31 de julio como fecha tope para la matrícula escolar de los niños y niñas de 3, 4, 5 (educación inicial) y 6 años (primero de primaria) en sus grados respectivos. En caso el gobierno promulgase o el Parlamento insistiese con esta norma, se estaría afectando el gran esfuerzo del sector Educación, desde el 2009 hasta la actualidad, de ordenar con responsabilidad la matrícula en la edad normativa al 31 de marzo de cada período escolar.
El derecho a una educación pertinente en una perspectiva de calidad de nuestros niños y jóvenes implica que los contenidos de aprendizaje y las estrategias metodológicas guarden estricta sintonía con la evolución en la maduración de sus potencialidades socio-emocionales y cognitivo-intelectuales. Ello ha sido y es una política de Estado de tres gobiernos, incluyendo al actual. Como dice el dicho, “para correr, primero hay que caminar, y antes ponerse de pie”.
La nueva medida, en caso se concrete, traería consigo nuevamente que haya niños que ingresen al primero de primaria con 5 años y medio, así como adolescentes que terminen la secundaria entre los 16 y 16 años y medio. Esta práctica se contrapone con la experiencia internacional, especialmente la de los países más avanzados en educación, en donde los infantes comienzan la primaria después de los 6 años y los jóvenes terminan su educación escolar alrededor de los 18 años.
Existen fundamentos psicológicos, neuro-científicos, técnico-pedagógicos y curriculares que avalan el criterio utilizado durante los últimos años por el Estado Peruano. También estudios nacionales. Uno es el realizado por el Ministerio de Educación en el 2014, que utilizó una muestra de más de 15.000 niños de 5 años matriculados en inicial, y descubrió que quienes presentaban mayores retrasos en el aprendizaje eran justamente los menores de la clase. Otro es el realizado por Karlos La Serna de la Universidad del Pacífico, que relaciona las dificultades en el rendimiento de estudiantes a mitad de su carrera universitaria con el probable ingreso temprano a la universidad.
En el caso de la educación inicial es importante tener en cuenta que los niños, hasta antes de los 6 años, aprenden jugando libremente y en movimiento, lo que les permite expresarse con amplitud, desarrollar armónicamente su psicomotricidad, interactuar socialmente con iniciativa y autonomía, así como representar y comprender el mundo que los rodea. Todo ello favorece que sus procesos sinápticos (es decir, sus conexiones nerviosas y cerebrales) aumenten y se multipliquen favoreciendo el desarrollo sostenido de sus inteligencias múltiples y afectos. Por ello, este nivel formativo es la base de los procesos posteriores de aprendizaje, tales como la lectura y escritura, las operaciones numéricas y otros saberes propios del primer grado. Una prematura escolaridad ocasionada por una obsesión por el éxito antes del tiempo indicado podría ocasionar estrés infantil y permitir que se desarrollen sentimientos de inferioridad entre los menores que sientan que no les va bien, lo que podría afectar su trayectoria posterior en su formación primaria, secundaria y superior.
Es satisfactoria la gran movilización de amplios sectores y actores educativos para solicitar que el Ejecutivo observe esta norma y el Parlamento no insista en la misma. Se han pronunciado y lo siguen haciendo con convicción maestros, líderes educativos, padres de familia, instituciones y organizaciones especializadas del Estado y la sociedad civil.
Cabe mencionar también al Consejo Nacional de Educación, la Red Nacional de la Promoción de la Infancia, el Grupo Impulsor de la Educación Inicial, la Organización Mundial de la Educación Preescolar y el Foro Educativo. Es alentadora, también, la posición del Ministerio de Educación en esta misma dirección. Estoy seguro de que tanto en el Ejecutivo como entre los señores congresistas primará la escucha, la apertura, la reflexión serena, la racionalidad y el compromiso efectivo con el interés supremo de nuestros estudiantes.