Ian Vásquez
El Comercio, 16 de diciembre del 2025
“La gente evidentemente busca una alternativa muy distinta al mal manejo nacional que perciben”.
Los chilenos el domingo eligieron como su próximo presidente a José Antonio Kast, del Partido Republicano de derecha. Venció contundentemente a Jeannette Jara, del Partido Comunista, al recibir el 58% de los votos contra el 42% que obtuvo su rival.
Los comicios chilenos constituyen un ejemplo más de un pueblo latinoamericano rechazando fuertemente a la izquierda en elecciones nacionales. Otros ejemplos incluyen a Honduras el mes pasado, Argentina en octubre, Bolivia en agosto y Ecuador en abril. Y, por supuesto, hubo también las elecciones presidenciales robadas en Venezuela el año pasado y las presidenciales en Argentina a finales del 2023.
En cada caso, el margen de victoria ha sido amplio. Un 80% de los hondureños votó en contra de la candidata presidencial del partido oficialista. Las elecciones de medio término en Argentina debilitaron enormemente al peronismo y convirtieron al partido del presidente Milei en la primera fuerza en el congreso nacional. En las elecciones presidenciales bolivianas, el candidato oficialista y el alternativo de izquierda apenas lograron el 11%. El presidente ecuatoriano venció a la candidata de izquierda por más de 10 puntos y la oposición venezolana arrasó con casi el 70% del voto.
En algunos casos, las elecciones presidenciales representan el hartazgo del pueblo tras haber vivido los resultados de un par de décadas de gobernanza de la izquierda. Bolivia, Venezuela y Argentina son ejemplos. En todos los casos, la gente evidentemente busca una alternativa muy distinta al mal manejo nacional que perciben.
En todos los casos mencionados, los candidatos elegidos han propuesto incrementar libertades económicas, parcial o sustancialmente, y revertir la inseguridad, algo que ha empeorado notablemente y constituye una pérdida de libertad. En varios casos, también se ha prometido revertir la pérdida de otras libertades personales y civiles.
Según el índice de libertad humana, publicado hoy por el Cato Institute y el Fraser Institute, es llamativo que entre los años 2000 y 2023, América Latina y el Caribe sea la región que ha visto el mayor deterioro en libertades del mundo. En cada uno de los casos mencionados arriba, el reporte encuentra que tanto el puntaje de libertad del país como su posicionamiento en el índice han caído entre el 2000 y 2023.
Parece que un creciente número de latinoamericanos está reclamando mayor libertad. ¿Cómo no sería así, sobre todo en los casos de larga gobernanza por la izquierda? Del año 2000 al 2023, el ránking de Bolivia en el índice, que toma en cuenta 165 países, cayó de 49 a 87. Argentina colapsó de 31 a 81 y Venezuela se hundió de 96 a 159. Algunos indicadores son especialmente malos. En términos de libertad económica, Bolivia y Argentina se encuentran en la posición 116 y 159, respectivamente.
Chile es diferente. Sigue siendo el país más libre de América Latina, algo que lo convirtió en una historia de éxito excepcional. Llegó a ocupar el puesto 16 en el índice en el 2011, alrededor del tiempo en el que el país empezó a perder confianza en su modelo, algo que culminó en la elección del actual presidente socialista. Hoy, Chile se encuentra en el puesto 25, pero Kast dice que la pérdida de libertad en su país representa nada más que un desvío temporal. Ojalá sea así.
El reporte encuentra una relación global fuerte entre la libertad personal y la económica que nada tiene que ver con signos ideológicos. El Salvador, por ejemplo, es uno de los países que más ha perdido libertad desde el 2000. Y con el presidente Bukele se ha erosionado tanto la libertad económica como la personal. Quienes proponen revertir la tendencia izquierdista se deben comprometer a respetar la libertad en todas sus dimensiones.






