Ian Vásquez
El Comercio, 3 de junio del 2025
“Morena controla dos tercios del congreso, la mayoría de las gobernaciones de los estados, y la presidencia”.
El domingo México se convirtió en el primer país del mundo en el que todos los jueces serían elegidos por voto popular. La presidenta Claudia Sheinbaum declaró que eso también ha convertido a México en “el país más democrático del mundo”.
Las elecciones judiciales, más bien, regresarán al país a “la dictadura perfecta” para usar la frase célebre de Mario Vargas Llosa. Él describía en 1990 un México que había sido gobernado por un solo partido durante la mayor parte del sigo XX y que controlaba todos los poderes del Estado, pero que aparentaba ser democrático. Sobornaba intelectuales, financiaba partidos opositores y soportaba críticas para camuflar su esencia dictatorial, pero solo hasta tal punto que su permanencia en el poder no se ponga en peligro.
Las reformas de mercado en los años noventa, por su naturaleza, debilitaron el poder del Estado de partido único ya que los ciudadanos mexicanos se volvieron menos dependientes de ello. Con la elección en el año 2000 del primer candidato opositor en siete décadas, México finalmente se democratizó.
Andrés Manuel López Obrador (AMLO), el presidente anterior a la actual, sin embargo, se dedicó a socavar elementos de la democracia liberal, como los contrapesos al poder, la autonomía de agencias independientes y la libertad de prensa. Quiso regresar México al Estado de partido único, siendo ese partido Morena, el suyo.
Morena controla dos tercios del Congreso, la mayoría de las gobernaciones de los estados y la presidencia. Pero las cortes siempre previnieron que AMLO lograra todo lo que quería. Por eso la reforma judicial que AMLO alcanzó a realizar antes de dejar el poder –y que ha dado paso a las elecciones judiciales de este domingo– fue tan importante para la agenda centralizadora que Sheinbaum ha adoptado como suya.
La elección de jueces apoderará Morena por varias razones. Primero, no es creíble pensar que los ciudadanos votarían de manera informada. A nivel nacional, los mexicanos votaron por 2.700 jueces –para puestos desde la corte suprema hasta las cortes estatales– entre casi 7.800 candidatos. En la Ciudad de México, el votante promedio tuvo que escoger de entre 293 candidatos para elegir 51 jueces.
Esos números desalientan no solo la votación informada, sino también la votación. Solo participó entre el 12% al 13% de los votantes en las consecuentes elecciones del domingo. No debe quedar duda alguna de que los más animados a salir a votar fueron los partidarios de Morena y quienes fueron “alentados” a votar por ese partido.
La reforma judicial también aseguró que dos tercios de los candidatos judiciales fueran seleccionados por la presidencia y el Congreso, es decir, por Morena. Por si fuera poco, la reforma también estableció un Tribunal de Disciplina Judicial nuevo que podrá remover o sancionar jueces y que será una corte de primera y única instancia en esos casos. Los mexicanos también votaron por los miembros de ese tribunal.
No es que el sistema judicial mexicano no tenía problemas serios, pero la votación popular de los jueces no resuelve esos problemas. En vez, politiza la justicia y socava el Estado de derecho.
El expresidente Ernesto Zedillo, quien en el 2000 jugó el papel clave en habilitar la transición a la democracia, resumió la crítica de tantos observadores independientes respecto de la reforma judicial: “Su intención es, para decirlo con simpleza, arrasar con el poder judicial como entidad independiente y profesional, y ponerlo al servicio de quienes detentan y concentran el poder político”.
Ante la afirmación de que las elecciones judiciales fortalecen la democracia mexicana, Zedillo también responde con simpleza: “Que no nos engañen: nuestra joven democracia ha sido asesinada”.