Ian Vásquez
El Comercio, 20 de mayo del 2025
“¿Qué dice ‘Rerum novarum’ que podría influir al Papa nuevo y dar esperanza a quienes sufren bajo regímenes de izquierda extrema?”.
La homilía inaugural del nuevo papa León XIV fue bienvenida por muchos fieles este domingo pasado. En ella, él expresó como su “primer gran deseo” lograr “una Iglesia unida”.
El pedido fue un reconocimiento implícito de que el papa Francisco, su antecesor, acentuó las divisiones que separan a los progresistas, entre quienes se contaba, y los tradicionalistas.
En ese sentido, fue una buena señal que el nuevo Papa escogiera su nombre con referencia explícita al papa León XIII y su encíclica “Rerum novarum”. Ese documento, escrito durante la última era de la globalización en el siglo XIX, ayudó a sentar las bases de la doctrina social de la Iglesia. Además de criticar ciertos aspectos del liberalismo económico, fue especialmente crítico del socialismo.
En gran parte por eso el papa Juan Pablo II, reconocido como uno de los líderes mundiales conservadores más importantes del siglo XX, emitió su encíclica “Centésimus annus” en 1991, en el centenario de “Rerum novarum”. Muy a diferencia del papa Francisco, Juan Pablo II luchó abiertamente contra el comunismo.
En cambio, el papa Francisco criticó severamente el mercado y la globalización y dijo que estos llevarían a la humanidad a la catástrofe. Fue renuente a criticar el comunismo cubano y el llamado “socialismo del siglo XXI” en Venezuela y países aliados. Cuando visitó Cuba en el 2015, se rehusó a reunirse con disidentes del régimen.
¿Qué dice “Rerum novarum” que podría influir al Papa nuevo y dar esperanza a quienes sufren bajo regímenes de izquierda extrema o la amenaza de la ideología socialista? El documento critica la vulneración de la propiedad privada, lo cual fue premonitorio y podría ser útil hoy: “Esta medida es tan inadecuada para resolver la contienda, que incluso llega a perjudicar a las propias clases obreras; y es, además, sumamente injusta, pues ejerce violencia contra los legítimos poseedores, altera la misión de la república y agita fundamentalmente a las naciones”.
De hecho, la encíclica hace una defensa enfática de la propiedad privada: “Cuando se plantea el problema de mejorar la condición de las clases inferiores, se ha de tener como fundamental el principio de que la propiedad privada ha de conservarse inviolable”.
“Rerum novarum” analizó el porqué: “Se abriría de par en par la puerta a las mutuas envidias, a la maledicencia y a las discordias; quitado el estímulo al ingenio y a la habilidad de los individuos, necesariamente vendrían a secarse las mismas fuentes de las riquezas, y esa igualdad con que sueñan no sería ciertamente otra cosa que una general situación, por igual miserable y abyecta, de todos los hombres sin excepción alguna. De todo lo cual se sigue claramente que debe rechazarse de plano esa fantasía del socialismo de reducir a común la propiedad privada, pues que daña a esos mismos a quienes se pretende socorrer, repugna a los derechos naturales de los individuos y perturba las funciones del Estado y la tranquilidad común”.
El anterior papa León advirtió que “la propiedad privada no se vea absorbida por la dureza de los tributos e impuestos” y sugirió algo que terminó realizándose en la actual era de la globalización: “si se llegara prudentemente a despertar el interés de las masas con la esperanza de adquirir algo vinculado con el suelo [propiedad privada], poco a poco se iría aproximando una clase a la otra al ir cegándose el abismo entre las extremadas riquezas y la extremada indigencia. Habría, además, mayor abundancia de productos de la tierra”.
La encíclica también defendió la sociedad civil y la libertad de asociación como un derecho natural que el Estado debe resguardar, no destruir. Ojalá que el papa León XIV tome en serio estas lecciones, sobre todo en su prédica en las Américas.