Ian Vásquez
El Comercio, 19 de agosto del 2025
“Bolivia nos ha dado una prueba más de que el socialismo puesto en práctica no funciona”.
Por si hacía falta, Bolivia nos ha dado una prueba más de que el socialismo puesto en práctica no funciona y termina siendo rotundamente rechazado por el pueblo. Así fue el veredicto de ese país, que este domingo votó por poner fin al gobierno del Movimiento al Socialismo (MAS), partido que ha mandado la mayor parte de las últimas dos décadas.
El alejamiento del socialismo manifestado en las urnas es contundente. Los tres candidatos presidenciales más votados son de centro y de derecha, y recibieron casi el 80% de los votos. El candidato oficialista obtuvo apenas 3,2% y el candidato alternativo de izquierda, el 8,2%. La segunda vuelta se dará entre Rodrigo Paz (centro) y Jorge Quiroga (derecha).
El rechazo al MAS no es un misterio. El partido ha hundido al país en la peor crisis económica desde los años 80. Pero el cambio tardó y vino luego de un período en el que el partido de Evo Morales gozaba de popularidad. En su momento, algunos hasta hablaban del “milagro boliviano”.
Hubiera sido milagroso si el socialismo hubiera funcionado en Bolivia. El problema predecible fue que las políticas del MAS no eran sostenibles. Cuando Morales llegó al poder en el 2006, el mundo estaba viviendo el principio de un largo ‘boom’ de materias primas. Eso generó una ganancia tremenda que elevó el crecimiento y financió un incremento del gasto público.
Como en buena parte de América Latina, la pobreza cayó notablemente y se dieron mejoras en numerosos indicadores de bienestar. A la misma vez, Bolivia nacionalizó empresas y recursos naturales, aumentó la burocracia y la regulación, y redujo la libertad económica en general.
Cuando el ‘boom’ se acabó en el 2014, el MAS de Evo Morales no se disciplinó y mantuvo un alto nivel de gasto. Esto derivó en un aumento de la deuda pública, el uso de reservas del Banco Central para financiar el gasto y apoyar la moneda nacional, una creciente inflación y control de precios que, predeciblemente, han causado todo tipo de escasez.
Según el Fondo Monetario Internacional, los déficits fiscales del 2023-24 sobrepasaron el 10% del PBI y la deuda pública ha llegado al 95% del PBI. Las reservas en dólares han caído de US$15.000 millones en el 2014 a US$165 millones hace unos meses. La inflación ha llegado al 15%.
El premio Nobel de Economía Milton Friedman alguna vez dijo: “Si se pusiera al gobierno federal a cargo del desierto del Sahara, en cinco años habría escasez de arena”. Hoy también hay escasez de gas y gasolina en Bolivia. La producción de gas ha caído por la mitad desde el 2014 y el Departamento de Comercio de Estados Unidos reporta que, “tras 30 años como país exportador de hidrocarburos, Bolivia se convirtió en importador neto de combustible a partir de abril del 2022”.
Las políticas socialistas no solo afectaron lo económico. Se han vulnerado también el Estado de derecho, y las libertades políticas, personales y civiles. Human Rights Watch, entre otras denuncias, acusó al gobierno de Morales de destituir arbitrariamente a casi 100 jueces, “lo cual debilita seriamente la independencia judicial en el país”. La Fundación Observatorio de Derechos Humanos documenta que hay al menos 173 presos políticos en Bolivia.
Establecer el Estado de derecho y reemplazar el sistema redistributivo por uno que genera riqueza requiere de reformas liberales sustanciales como un recorte del 25% en el gasto público. Por suerte, los candidatos tienen el ejemplo cercano de Argentina, que va por buen camino.