Hans Rothgiesser
Expreso, 27 de agosto del 2025
Primero decían que todo era mentira.
No lo fue.
Después que los trenes no existían.
Y no lo fueron.
Luego que no los mandarían.
Y llegaron al Callao.
Después que no era una compra, sino una donación.
Después que no había los rieles.
Después que estaban sucios.
Después que estaban acuchillados por dentro.
Después que esto.
Después que lo otro.
Y luego será cualquier otra cosa.
Porque así son, pues.
Si no eres de su trinchera, te sacan una cosa tras otra, hasta que algo se te quede pegado.
Como sea, en estos días lo han estado atacando porque se ha anunciado que el tren Lima–Chosica, la obra emblemática del alcalde Rafael López Aliaga, funcionará con subsidio.
Y de pronto sus críticos, a quienes no les molesta que Petroperú sea constantemente rescatada con recursos públicos, pegan el grito en el cielo.
De pronto, todos estos columnistas e influenciadores de redes sociales están preocupados por el déficit fiscal.
Ah, no, eso sí que no.
Este subsidio no puede ser permitido.
Comencemos por aclarar que todos los sistemas públicos de transporte masivo emblemáticos están subsidiados.
El subterráneo de Londres, por ejemplo.
Apenas el 60 % de su presupuesto viene de lo que pagan los pasajeros.
El resto se financia en menor medida con la venta de publicidad en las estaciones y en los coches.
Pero en su mayoría con subsidios de distintos tipos.
Lo mismo sucede con la Autoridad de Transporte Metropolitano en Nueva York y Long Island.
Recibe más dinero de impuestos y subsidios que de pasajes y peajes.
Hay una lógica detrás de esto.
El tráfico que nos hace perder el tiempo en carros y que contamina nuestro aire genera costos a la sociedad de distintas maneras.
Según AFIN, se pierde más de 27 691 millones de soles al año por la congestión vehicular en Lima y Callao.
Esto sucede porque cada individuo está considerando las opciones que tiene para ir al trabajo: tener carro propio, ir aplastado en un bus, arriesgar su vida en una combi, etc.
Si tiene los recursos, decidirá adquirir carro propio y así se suma una unidad más a esa sopa intragable que es el tráfico de Lima.
Pero, si el transporte público es cómodo y relativamente barato, más gente decidirá por su cuenta abandonar su carro e ir en el tren o el bus o lo que sea.
Eso es lo que busca el subsidio anunciado.
Que el tren Lima–Chosica esté dentro de las opciones de la gente.
Hay mucho que podemos discutir del monto anunciado, que claramente ha sido decidido sin estudio técnico de por medio.
Pero que haya subsidio no está mal por sí mismo.
Tengamos eso en claro.
Que el ánimo irracional de atacar a un precandidato presidencial con lo que sea –que ya hemos visto antes en este segmento de la prensa y de la política peruana– no nos haga darle la espalda a una herramienta económica común y corriente, aceptada en todos lados.