Guillermo Ackermann
Presidente de la Sociedad de Beneficencia Pública de Lima
Vox populi al dia
10 MAYO, 2021
Hace unos minutos Keiko Fujimori ha firmado una “Proclama Ciudadana” propuesta por la ONG Transparencia, la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos, la Conferencia Episcopal Peruana y la Unión de Iglesias Evangélicas. Éste es un manifiesto en defensa de la democracia, y demanda de los candidatos a la presidencia del Perú un juramento de 11 puntos, a los que se deben comprometer de salir electos.
Sin duda es una loable iniciativa, y es también una buena noticia que haya tenido una buena receptividad por lo menos de uno de los candidatos. Hasta ahí todo bien. Sin embargo, después de leerlo varias veces y de tratar de encontrar algún sentido que se acerque a lo espiritual, me pregunto: ¿qué participación ha tenido la Conferencia Episcopal Peruana en éste?
Soy católico, practicante, intento vivir, aunque no siempre con mucho éxito, una vida cristiana coherente. Y justamente en ese mismo espíritu, y en el recto entender de mi deber como tal, tengo que manifestar que he sentido vergüenza.
¿Cómo es posible que en un mensaje promovido y firmado por la institución que congrega a los obispos del Perú, no haya una solo mención a Dios, a la defensa de la fe o algún elemento espiritual? ¿Saben estos obispos que su labor como pastores de la iglesia es guiar, orientar, aconsejar a sus fieles? ¿Son conscientes que su vida debe estar orientada hacia Dios y a llevar de la mano a los cristianos que viven en sus diócesis?
¿Dónde está Jesucristo en este escrito? ¿Dónde el pedido a los candidatos para que respeten la libertad de culto, las expresiones de fe y de religiosidad popular que son constitutivas en nuestro país? ¿En qué se han perdido los obispos que contemporizan con la sociedad para “quedar bien” y se olvidan de lo esencial de su llamado?
¿Cómo es posible que se hayan dedicado a hacer un juego político, en lugar de cumplir con su ministerio sacerdotal y episcopal? ¿A qué están jugando? ¿Se sienten orgullosos de hacer una proclama completamente secular?
Le pregunto también a los más de 40 obispos de todo el Perú, ¿están ustedes de acuerdo con este manifiesto? ¿Los representa a cada uno, o quizá son solo 3 ó 4 los que se han tomado la libertad de escribir a nombre de todos ustedes?
¿Cómo queremos que nuestro pueblo retome los valores cristianos, que la flama de nuestras creencias siga encendida, que nuestra identidad sea alimentada por criterios de fe, si es que nuestros pastores no hablan de Cristo?
Justo llegó a mis manos un documento inspirador, la CARTA PASTORAL DEL EPISCOPADO DEL PERÚ A LOS SACERDOTES Y FIELES titulada “LOS CATÓLICOS Y LA POLÍTICA” que fue publicada por los Obispos del Perú el 29 de octubre de 1961, con la firma del Card. Juan Landázuri Ricketts y la de todos los obispos del Perú.
“Por encima de los idearios de los partidos, y de la lealtad a los grupos políticos, está la verdad de Cristo, luz de la razón natural; y está también la firmeza de nuestra adhesión a la Iglesia, aliento de nuestro amor al Perú” dice en uno de los primeros párrafos. ¡Qué diferencia! ¡Qué claridad! ¡Qué manera de entender el rol que les tocaba!
“Queremos exhortar encarecidamente a todos nuestros amados fieles a que, cobrando plena conciencia de sus deberes cívicos, se dediquen con desinterés y con verdadero amor a esta actividad. Lo reclama el bien de nuestra patria. Por falta de ella o por su desarrollo incompleto, se ha impedido hasta ahora que los beneficios de la civilización y de la cultura lleguen a todos nuestros hermanos los peruanos.”
En su totalidad esta Carta Pastoral exhortaba al pueblo peruano a cumplir con el patriótico deber de elegir a sus gobernantes, pero iluminados con los criterios de su existencia cristiana.
La pandemia ha mantenido durante casi un año los templos cerrados, con una tibia defensa por parte de nuestros pastores, que no hicieron sentir su protesta, con honrosas excepciones. Y ahora cuando tocaba levantar la voz frente a la amenaza real de ideologías contrarias a la fe, presentan este documento, que está bien para una ONG o para un organización cívica, pero que omite lo esencial para ser suscrito por los obispos peruanos.
Vergüenza es lo que he sentido. Vergüenza e indignación. Y en ejercicio pleno de mi derecho como cristiano reclamo la inmediata renuncia de la Presidencia de la CEP y su Mesa Directiva. Y si no tienen dignidad para renunciar, se debería convocar a una Asamblea Extraordinaria y destituirlos.
Las ansias de poder de estos obispos que están entornillados hace años en la Directiva, el poco celo pastoral, la nula defensa de la fe y los afanes protagónicos los inhabilitan. Se necesita una renovación con urgencia.
Asimismo, exhorto la presencia del Arzobispo de Lima, quien, siendo Primado de la Iglesia del Perú, debiera tener un participación más activa en la vida de la ciudad y de nuestro país. En estos momentos tan dolorosos y cruciales, nuestra Ciudad de Lima más parece una sede vacante.
Que nuestra fe nos ilumine y nos permita discernir correctamente para elegir a quien garantice el respeto a la libertad de culto y a las tradiciones religiosas de nuestra tierra.