¿Qué vas a estudiar? y ¿a qué te vas a dedicar cuando acabes el colegio? son parte del repertorio de preguntas con las que solemos interrogar a los más de 400 mil jóvenes que cada año culminan en el Perú la secundaria. Parte de ellos (alrededor de 35%) logrará ingresar a alguna de las 137 universidades o cerca de mil institutos de educación superior que ofertan profesiones diversas, de calidad disímil, con costos variados que condicionarán, al final del ciclo de estudios, su futuro profesional. ¿Qué pasa entonces con el resto de jóvenes que no accede a estudios superiores? Sea por una educación básica deficiente, por razones económicas o por una mala decisión acerca de su futuro, muchos quedan excluidos de la posibilidad de estudiar.
El panorama se complica cuando el recién egresado se integra al mercado laboral, postula a un primer empleo y se encuentra con muchos otros que, como él, siguieron una especialidad que está saturada, donde hay sobreoferta y, por consiguiente, hace que se enrole en ocupaciones distintas a la estudiada, con lo cual engrosa las filas del 35% de subempleados a nivel nacional (Yamada, 2013). Otros egresados se encontrarán con la ingrata noticia de que la formación recibida no contempló las capacidades demandadas ni las habilidades socioemocionales, muy requeridas hoy en día por el mercado de trabajo. ¿Qué está pasando entonces? Hay un descalce entre la educación superior y los requerimientos del mundo laboral, diálogo que no está sintonizado y cuyas consecuencias viven y padecen miles de jóvenes que no accedieron a información oportuna y pertinente para tomar decisiones sobre su futuro.
En efecto, la creciente brecha entre la oferta educativa y la demanda laboral impacta directamente en la formación de los talentos que el país requiere para asegurar un crecimiento sostenido y competitivo en el ámbito internacional. Es recurrente escuchar que el capital humano no responde a las necesidades de las empresas y que, de mantenerse esta situación, se pone en peligro el futuro de nuestro país.
¿Qué hacer entonces? El estudio de McKinsey acerca de la educación superior pone énfasis especial en la transparencia de la información como factor trascendental para mejorar la calidad y suficiencia de los recursos humanos requeridos. Por ello, el Centro por la Educación de IPAE Acción Empresarial apuesta por la implementación de un Observatorio Educativo Laboral como un sistema de información que contribuya a una toma de decisiones acertada de los jóvenes sobre su futuro profesional. Esta iniciativa es un compromiso asumido en el último CADE Ejecutivos y su lanzamiento está previsto para mediados del próximo año.
Esta herramienta se implementará a partir del diseño de un portal web que brinde información gratuita, directa y actualizada a los interesados acerca de la oferta educativa existente, sus costos, la duración de las carreras, la calidad de las instituciones de educación superior, el nivel de empleabilidad para los jóvenes profesionales, las remuneraciones promedio, entre otros aspectos pertinentes para la toma de decisiones de los jóvenes. Así también se aplicarán encuestas para conocer las necesidades del sector empresarial que sirvan de insumo para una mejor articulación entre la educación y el empleo.
Un sistema así concebido permitirá no solo la transparencia de la información, sino una preocupación por la calidad educativa, entendida como la eficiencia de los egresados en el mercado laboral, y que esperamos que fomente la mejora de la educación brindada por las universidades e institutos. Un mercado más eficiente es un mucho mejor mecanismo para elevar la calidad educativa del país que una regulación mal concebida.
Publicado en El Comercio, 09 de diciembre de 2013