Por: Fernando Raventós
Lima, 27 de octubre del 2018
Para Lampadia
El pasado 24 de octubre el Servicio Nacional de Turismo de Chile (Sernatur) presentó en Fortaleza, Brasil, el ceviche y el pisco sour como elementos propios de la gastronomía chilena, lo que ha motivado un justificado reclamo peruano en las redes sociales.
Paradójicamente, hace un mes se dio en nuestro país la Resolución Ministerial Nº 384-2018-MC mediante la cual se crea un Grupo de Trabajo encargado de elaborar el expediente para promover ante la UNESCO el reconocimiento de la Cocina Peruana como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, siguiendo el ejemplo de la gastronomía francesa o la dieta mediterránea.
Si bien es cierto la intención del Gobierno es buena (un intento similar falló el 2011) su implementación es deficiente, por varias razones:
- Primero, porque el Grupo lo integran tres funcionarios del Ministerio de Cultura, que además tienen que dedicarse a otras labores propias de sus cargos;
- Segundo, porque otros sectores importantes asistirán sólo como invitados (Comercio Exterior y Turismo, Agricultura, Salud, etc.);
- Tercero, porque todos trabajarán ad-honorem; y
- Cuarto, porque como es costumbre, las labores del Grupo no generarán gastos al Estado.
Es decir, un tema tan importante para la identidad, la cultura y la economía peruana se relega a un grupo burocrático desfinanciado. ¿Es que no vale la pena invertir en la defensa de la gastronomía peruana ni un sol?
La postulación de la Cocina Peruana ante la UNESCO para su reconocimiento como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad es una tarea monumental, pero urgente, que requiere del concurso del sector público y del sector privado, con un adecuado financiamiento, y debe estar liderada por las principales universidades que han incursionado en gastronomía. No basta el voluntarismo, ni el chauvinismo, ni el exceso de confianza, se requiere de una estrategia profesional.
Si no estamos dispuestos a asumir la defensa activa de nuestra gastronomía y a invertir en ella como motor de nuestra agricultura, pesca y turismo, corremos el riesgo de resignarnos a perderla. Sirva el caso del pisco sour y del ceviche como advertencia.