El Comercio, 23 de octubre de 2016
«Me parece equivocada esa manera de mirar el futuro Museo de Arqueología como un atractivo más para el turismo.»
Al inventar la escritura los hombres consiguieron almacenar fuera de sí conocimientos y experiencias. Almacenar fuera de sí representó registrar y transmitir a las generaciones venideras su propia realidad, sus conquistas y sus progresos.
Se pudo guardar entonces, fuera de nuestro cuerpo, memorias, hechos, nació la historia. Cesó de convertirse en mito el pasado, al pasar de generación en generación, y la historia no fue ya sino el registro objetivo de la realidad, siempre con sus limitaciones.
El arte ha sido, de una manera semejante, la forma como el hombre ha registrado sus respuestas a las circunstancias que le tocó vivir.
Para América, la llegada de la cultura occidental a través de los conquistadores españoles fue un ‘shock’ que hoy todavía se siente, más de quinientos años después de que sucedió.
Los europeos trajeron otra cultura, lo que abarcaba desde otra religión, otros valores, hasta la pasión por el oro, las nuevas armas y nuevas maneras de hacer la guerra.
En América encontraron civilizaciones autónomas que habían desarrollado, tanto en la meseta mexicana como en los Andes de América del Sur, una agricultura floreciente, una ciencia avanzada. Los astrónomos mayas no tenían nada que envidiarle a los egipcios. Y en materia de las artes, la arquitectura, la escultura y los tejidos, hasta hoy no superados, se dio en América una respuesta diferente, original, a las mismas urgencias de expresión y creación que experimentaron los artistas occidentales en similares momentos.
Es interesante pensar que la construcción de Machu Picchu, por el inca Pachacútec, tuvo lugar casi al mismo momento del primer Renacimiento italiano, en que Piero della Francesca realizaba sus cuadros en Arezzo, Masaccio sus frescos en el Carmine, en Florencia, y Paolo Uccello pintaba las batallas de San Romano. Si nos remontamos un poco más podemos decir que el período medio de Chavín es la época en la que Homero escribía “La Ilíada” (siglo VI a.C.) y si seguimos remontando el tiempo, la guerra de Troya estaba teniendo lugar cuando los alfareros de Paracas realizaban sus huacos chavinoides.
Tradición tenemos y podemos mirar tranquilamente hacia atrás. Pero el pueblo nativo derrotado en el choque con Occidente empezó, entonces, a sufrir la discriminación y el desdén de los que se arrogaron durante los años de la Colonia estirpes y categorías que negaban a los demás. No me cabe duda de que en nuestro país el reto más grande y la primera prioridad es la integración. El Perú es un país fragmentado en que la herida que produjo la conquista no ha cicatrizado.
Es precisamente en ese campo que la función de un museo tiene una importancia capital, porque contribuye de manera definitiva al afianzamiento de nuestra identidad.
Me parece equivocada esa manera de mirar el futuro Museo de Arqueología como un atractivo más para el turismo. El turismo será siempre bienvenido, pero dejemos que las cosas importantes vengan primero.
El museo que necesitamos no debe ser uno alejado del centro de la ciudad, en donde turistas en buses con aire acondicionado lo visiten y después visiten las ruinas de Pachacámac para luego disfruten un almuerzo o un snack en alguno de los restaurantes que habrá alrededor, o paseen por los mercados de artesanías y arte popular que seguramente surgirán en torno.
El museo debe estar pensado en la misma forma y con los mismos criterios con los que se pensó el Museo de Antropología y Arqueología de México, ya que aquí suplirá las mismas necesidades y carencias. Debe estar en el centro de la ciudad para que tenga fácil acceso el ciudadano y muestre la importancia que le otorgamos. El costo de las entradas debe ser el mínimo posible.
No me parece que el costo de parar lo que se ha hecho ya en Pachacámac –tengo entendido que excavaciones y movimiento de tierras–, por mucho que se haya invertido, sea una razón suficiente para persistir en una idea a todas luces errada y que será definitiva e irrevocable. Esperemos que el Ministerio de Cultura sopese muy bien esta decisión que afectará a los peruanos.