Federico Prieto Celi, Periodista
El Comercio, 10 de noviembre, 2015
En 1956, el Partido Restaurador, el Apra y el recién fundado Partido Demócrata Cristiano confluyeron en la candidatura de Hernando de Lavalle, que se enfrentaba a Manuel Prado. A última hora, Haya de la Torre ordenó al Apra votar por Prado. Lavalle, traicionado, perdió las elecciones. En ambos casos, se trató de alianzas partidarias.
Luego, en 1963, Acción Popular (AP) y la DC apoyaron a Fernando Belaunde, quien ganó en las elecciones al Apra de Haya de la Torre y a la Unión Nacional Odriista del general Odría. En aquella oportunidad, una coalición ganó a dos partidos.
Con el retorno de la democracia, en 1980, cada partido bailó con su pañuelo, incluso la izquierda participó con varios candidatos. Nuevamente ganó Belaunde, de Acción Popular, seguido de Armando Villanueva, del Apra, y de Luis Bedoya Reyes, del Partido Popular Cristiano (PPC). En cuarto y quinto lugar quedaron dos candidatos de izquierda –Hugo Blanco y Horacio Zeballos– y, a la cola, diez candidatos más. La multiplicación de partidos tiene en esa ocasión un ejemplo claro de dispersión.
Cinco años después, Alan García (Apra), Alfonso Barrantes (Izquierda Unida), Luis Bedoya Reyes (PPC), Andrés Townsend (Movimiento de Bases Hayistas) y Javier Alva Orlandini (AP) participaron en las elecciones con sus respectivos partidos, aunque esta vez los grupúsculos de izquierda se unieron, por lo que también se dio el fenómeno de una alianza multipartidaria, lo que no había ocurrido en 1980.
A comienzos de la década de 1990, Mario Vargas Llosa aglutinó en el Frente Democrático a Libertad, Acción Popular, PPC y Solidaridad y Democracia, compitiendo contra Alberto Fujimori, que iba solo y ganó las elecciones. Este fenómeno obligó a una reflexión sobre la utilidad de las alianzas partidarias.
En 1995 volvió a ganar Fujimori, seguido de Javier Pérez de Cuéllar de Unión por el Perú (UPP) y Mercedes Cabanillas (Apra), Alejandro Toledo (CODE-PP), Ricardo Belmont (Obras), Raúl Diez Canseco (AP) y otros candidatos menores. Toledo es el único candidato que se presentó con dos partidos.
En el nuevo milenio Fujimori venció a Toledo, pero la oposición hizo caer al gobierno y el Congreso nombró presidente a Valentín Paniagua (AP), quien convocó a elecciones presidenciales para el 2001, en las que Toledo fue apoyado por los distintos líderes –Valentín Paniagua, Lourdes Flores e incluso Francisco Morales Bermúdez–, lo que posibilitó su victoria.
En la siguiente elección presidencial, el Apra de Alan García ganó las elecciones a Ollanta Humala, de Unión por el Perú (UPP), un partido prestado; y a la coalición de partidos de Lourdes Flores Nano, que llegó tercera, en una competencia de veinte partidos que atomizaban nuestra democracia. Dos partidos que van solos ganan a una candidata que representa a una coalición de partidos.
Luego, en el 2011, Ollanta Humala, Keiko Fujimori, Pedro Pablo Kuczynski, Alejandro Toledo y Luis Castañeda participan capitaneando coaliciones. En el caso del Partido Nacionalista, la coalición se forma dentro del nuevo partido y gana las elecciones.
Mi opinión: las elecciones presidenciales deben ser por partidos, para fortalecerlos (no por coaliciones), y realizarse primero. Después deben hacerse las elecciones parlamentarias, sin voto preferencial y con una valla electoral del 5% de votos válidos, por lo menos. Así no habrá candidatos presidenciales que no van para ganar, sino para colocar parlamentarios y tener una influencia política en el Congreso.