A los pocos días que Alonso Segura asumió el cargo como ministro de Economía y Finanzas, el ex presidente Alan García le hizo una invocación para dialogar sobre las formas de “renovar y actualizar” las propuestas en materia económica que el Apra presentó en el 2013. Ante esta invitación, Segura –con una evidente falta de avidez política- respondió: “agradecemos la apertura del Partido Aprista al diálogo en materia económica, pero el Congreso es el canal para canalizar sus propuestas, por ahí podemos empezar […] no se trata de politizar ni mediatizar el tema, no queremos un show”. Está inocente respuesta, sin embargo, fue rápidamente capitalizada por la oposición como una muestra más de que el gobierno no estaba dispuesto a conversar. Segura, ni bien había empezado a correr, ya se había tropezado.
Si bien es cierto que desde este espacio hemos apoyado las medidas económicas que el actual ministro ha venido proponiendo, la respuesta del titular de economía a Alan García, así como otros varios episodios, demuestra que, si el objetivo de un ministro es implementar reformas de fondo, no solo basta con ser un buen técnico, sino que también es necesario tener un adecuado manejo político.
Un claro ejemplo de esta falta de muñeca política es el hecho que de los cinco paquetes reactivadores que el Ejecutivo ha enviado al Congreso, solo se ha aprobado uno y otro en parte. De igual forma, la ‘ley pulpín’ -la cual debió haber sido ampliamente compartida con la ciudadanía con anticipación para obtener el apoyo popular- fue derogada por amplia mayoría en el Congreso. Y si bien la responsabilidad recae también en el Presidente y algunos de sus ministros que han polarizado a la oposición, también es verdad que el ministro Segura -junto con su grupo de asesores y de operadores parlamentarios- no ha sido lo suficientemente hábil en el ajedrez político.
Pero la falta de astucia para ganar aliados no solo le ha jugado malas pasadas con los políticos, sino también con el sector privado. Esto lo pudimos presenciar cuando en una reunión con ejecutivos en el Peru Baking Finance & Day 2014 en la Universidad del Pacífico, el titular del MEF exhortó a los empresarios a poner de su parte para que la economía crezca: “¿Qué hay de ustedes? El gobierno ha tomado acciones […] la pelota también está en su cancha señores”.
Más aún, es difícil esperar que el empresariado tenga la confianza necesaria para invertir en el país cuando el ministro hace afirmaciones contradictorias acerca del crecimiento económico. Por ejemplo, en sus primeras declaraciones a la prensa dijo: “lo importante es que ya lo peor pasó” […] la economía peruana ya está en la senda de recuperación desde mediados del 2014.” Lamentablemente, meses después, se anunció un magro 2.7% de crecimiento en el 2014.
No obstante este bajo crecimiento, Alonso Segura sostuvo que el Perú crecería más del 5% en el 2015, pero ante los no tan entusiastas pronósticos del Fondo Monetario Internacional y otros especialistas, el MEF rápidamente se tuvo que rectificar y reconocer que la economía crecería 4.8% este año. Para explicar estas cifras, el ministro ha declarado que “ya no tenemos vientos de cola, sino vientos en contra”, en una clara alusión a un agreste contexto internacional. El problema de estas afirmaciones es que tienen un tufo a derrotismo, y pareciera que no hubiera salida más que la de esperar a que la economía mundial encuentre su propio rumbo para nosotros poder subirnos a ese barco. Más grave aún es el hecho que este pesimismo no viene acompañado de propuestas viables de solución en el corto plazo. ¿Cómo convencer a los empresarios que inviertan en el país en medio de esta nebulosa?
No hay duda que Alonso Segura es sobradamente competente en cuanto a temas económicos y ha venido proponiendo reformas que apuntan en la dirección correcta. No obstante, lo que le sobra en aspectos técnicos, le falta en el manejo político. Y mientras este problema continúe en el MEF, será muy difícil que se puedan lograr consensos para que las reformas puedan materializarse.