El transporte atiende las necesidades de todas las actividades económicas trasladándoles eficiencia, ineficiencia o sobrecostos. Razón por la cual, los países que así lo entienden, se preocupan en mejorarlo, transportando personas o mercaderías de un lugar a otro en el menor tiempo, al menor costo, con la mayor seguridad y de manera sostenida; vale decir, que quien presta el servicio se pueda mantener haciéndolo.
En el Perú, en los últimos 70 años, hemos venido haciendo precisamente lo contrario. Siendo un país minero, tenemos menos trenes que nuestros abuelos y con más de 2.600 kilómetros de costa, ya no tenemos ni un barco de cabotaje. Solo transportamos mercadería en camiones, en su mayoría viejos, con más de 15 años de antigüedad promedio y en nuestras ciudades transportamos personas con microbuses, combis y taxis viejos que en su mayoría fueron importados usados y quebraron a los buses con paraderos que tuvimos hasta la década de 1970 y hoy cuesta mucho esfuerzo regresar a ellos. En la actualidad, se está permitiendo que combis disfrazadas de turismo realicen transporte interprovincial, sin ningún control, perjudicando al bus que debe cumplir con todos los controles.
La falta de más trenes, el exceso de camiones viejos que se malogran y la absurda y peligrosa presencia de las combis están haciendo colapsar nuestras carreteras, sobre todo la Central, y aumentan la peligrosidad de todas.
Diría que el 95% de los ministros de Transporte de los últimos 70 años solo han sido ministros de carreteras, creyendo que su trabajo solo cubre de la pista hacia abajo y no lo que circula sobre ella, sobre el mar y sobre rieles; haciendo que en el Perú se transporte en el mayor tiempo posible, con la menor seguridad, al mayor costo y que quien presta el servicio no se pueda sostener. Cada vez que nuestra economía crece, nos damos cuenta de que tenemos en el transporte un embudo limitador. Nuestro puerto quedó chico y la ampliación que requiere tendrá el embudo en las vías de acceso. Nuestra Carretera Central fue diseñada cuando los camiones y el volumen de carga eran pequeños. Hoy se ha convertido en factor limitante al crecimiento de la región y al abastecimiento de la capital.
Tenemos en el país menos de 500 kilómetros de autopista de doble vía con separación, el resto de la red de carreteras son angostas, de doble vía sin separación; propiciando accidentes al rebasar vehículos entre curvas e incrementando tiempos de viaje.
Los sobrecostos generados por un mal transporte son altísimos, la congestión producida por reemplazar buses por combis y el exceso de taxis produce solo en Lima un sobreconsumo de combustible que supera los S/.8.000 millones al año y más de 18.000 millones en horas hombre perdidas. Los accidentes de tránsito rondan los 500 millones anuales, sin considerar el invalorable sentimiento de los familiares de los 12 muertos al día. La imperiosa necesidad de reducir este enorme despilfarro en un país pobre requiere de un gerenciamiento eficiente.
El transporte se ha convertido en una actividad de alto contenido técnico y ya no basta el
sentido común o el criterio. Quien lo administre necesita conocimientos concretos que pueden ser reforzados por asesores especialistas. No se puede asesorar a quien no tiene idea del tema, a no ser que el asesor sea un abogado y sus concejos sean no hacer nada. [Al respecto del transporte en Lampadia sugerimos la formación de una autoridad única para superar el problema del transporte en Lima, como lo hizo Lóndrés hace 159 años. Ver en Lampadia: Es imperativo crear una única autoridad que gestione el transporte de Lima y Callao .]