Domingo García Belaunde
Perú21, 29 de octubre del 2025
«La llamada Generación del Bicentenario produjo mucho ruido y dos muertos —ilustres desconocidos— y la llamada “Z” ha traído al parecer un muerto y muchos heridos: 89 policías».
Desde hace un tiempo, por razones que sería largo explicar, nuestro lenguaje se ha ido transformando y adquiriendo un sentido distinto al que corresponde. Es un poco lo que pasa con el vocablo “generación” que hemos visto últimamente: “Bicentenario” y “Z”, dos sinsentidos a primera vista.
En general, una generación es un grupo que agrupa a determinadas personas que pertenecen a la misma edad o cercana a ella, y que comparten gustos, sensibilidades e inquietudes. Y esa es quizá su principal característica. Hoy por ejemplo nadie en sentido amplio se siente feliz con Elvis Presley, por más que se respete su música. E igual podemos decir de lecturas: a principio del siglo XX todos leían las novelas de Anatole France, premio nobel de literatura, pero hoy nadie se acuerda de ellas. Esto por cierto en sentido genérico, pues existen música y obras que trascienden su época, pero no es la norma.
Desde otro punto de vista más vinculado a la cultura, el tema es más claro. Por ejemplo y en relación con el siglo XX en el Perú, se habla de generaciones fundadoras como la del novecientos (Riva Agüero y compañía) y la del centenario (Porras, Sánchez, etcétera). Y así han venido luego otras.
Pero estas dos generaciones recientes (Bicentenario y Z) no significan nada, salvo alharaca, ruido y muertes. La llamada Generación del Bicentenario produjo mucho ruido y dos muertos —ilustres desconocidos— y la llamada “Z” ha traído al parecer un muerto y muchos heridos: 89 policías… claro aviso de cómo entienden la libertad de expresión. Más bien, lo que hemos visto es gente de toda edad, tirando “ratas blancas”, pirotécnicos y armas similares de efecto contundente. Al parecer querían hacer una protesta, pero con un afán destructivo. Esto no es hecho por una generación, sino por vándalos que probablemente hayan captado a algunos ingenuos en esa labor de baja ralea. Es necesario, pues, censurarlo, pues de ellos partió la violencia.
Y, por otro lado, hay que dejar de culpar de todo a la Policía Nacional por excesos que pudieran ocurrir. Al margen de ellos, debemos reconocerlos por la meritoria labor que hacen.






