Entrevista a Dionisio Romero Paoletti
Perú21, 7 de diciembre del 2025
Patricia Quispe
El empresario deja la presidencia del Grupo Romero y de la Fundación Romero luego de 25 años y destaca que la enseñanza que le dejan los peruanos es su tenacidad «en momentos duros y de auge».
Luego de 25 años, Dionisio Romero Paoletti se despide este mes de la presidencia del Grupo Romero y de la Fundación Romero. Lo hace —dice— con sentimientos encontrados, pero con mucha ilusión por los proyectos a futuro, siempre ligados a la educación. Un sector que ha sido importante también para la fundación, que ha impulsado el otorgamiento de becas, capacitaciones y programas. El último de ellos, Academia de Oficios.
Deja la presidencia del Grupo Romero y de la Fundación Romero luego de 25 años. ¿Cuál es el sentimiento?
Hay sentimientos encontrados, pero más estoy ilusionado por lo que se viene a futuro para las próximas generaciones y muy contento con lo que hemos hecho en estos 25 años.
¿Ha sido difícil llevar adelante todo un conglomerado empresarial en un país que ha pasado momentos tan difíciles de inseguridad, temas económicos, terrorismo?
Sí, por supuesto. Hubo momentos muy duros. La reforma agraria fue muy dura, no solamente para nosotros, para todos los empresarios de provincias. Después están las épocas de las grandes inflaciones, del terrorismo, de los secuestros (…) Pero también ha habido épocas de crecimiento cuando el país crecía 5, 6, 7%. Nuestro país es muy diverso en todas las formas, y de repente muy volátil también política y socialmente.
¿Qué es lo que le ha enseñado el peruano al Grupo Romero y a la fundación?
Creo que lo que más hemos aprendido es la tenacidad, que es una de las características más importantes del peruano; que a través de estos vaivenes de la economía, momentos duros y de auge, siempre hay que estar batallando para lograr los objetivos. Por eso, nos parece tan importante la educación y es lo que hacemos en la fundación.
¿En qué se distingue el trabajo del Grupo y el de la fundación? ¿Están divididos o se complementan?
Creo que trabajan muy bien en conjunto. Hay algunas empresas grandes, como Alicorp, que tiene sus propios programas de ayuda como Ollas que Desarrollan. Pero la fundación complementa y tiene básicamente dos grandes líneas de actuación. La más importante es educación a través de las becas, y lo que vamos a inaugurar: Academia de Oficios. Otro ángulo —que se profundizó con el COVID-19 y el terremoto de Pisco—es la ayuda, aprendimos que si bien había buena voluntad de muchas empresas y del Estado de ayudar a los necesitados, lo que faltaba era la ayuda temprana.
Es finalmente un factor importante el empresariado.
Sí, yo creo que lo que tenemos que promover es que haya una buena relación entre el Estado y las empresas; no tiene por qué ser una relación distante y menos una antagónica si podemos complementarnos muy bien. Lo que tenemos en la empresa privada es la posibilidad de desarrollar nuevas cosas, lo que no tenemos es el alcance.
¿Es posible cuantificar la ayuda que ha dado la fundación?
No tengo una cifra exacta, pero diría que podría estar en los 14 o 15 millones de dólares en los últimos 10 años a nivel de la fundación, y no incluyó lo de Alicorp, que es una cifra parecida tal vez, y lo de Credicorp tampoco.
¿Y en cuanto a beneficiarios?
Alcanzamos a diferentes grupos de personas a través de los diferentes proyectos e iniciativas. La más amplia hasta el momento es la de Becas Grupo Romero y ahí hemos alcanzado a la fecha a 2 millones de personas diferentes que han tomado nuestros cursos y a las que hemos ayudado a acceder a un mejor empleo o negocio familiar.
El último programa de la fundación es Academia de Oficios. ¿En qué consiste?
Academia de Oficios es una nueva iniciativa. A través de las becas lanzamos proyectos para diferentes grupos de necesidad, uno muy importante, al que no teníamos las formas ni las herramientas para llegar, eran los estudiantes que salían del colegio y que no tenían los recursos para seguir estudios en universidades o institutos, y tampoco los conocimientos necesarios para obtener ese primer empleo; los denominados ninis, que ni estudian ni trabajan, y que no son un grupo pequeño; en el Perú hay un millón y medio de personas en esa situación y son más o menos 400,000 los estudiantes que se gradúan de colegios públicos cada año.
Y les es difícil insertarse en el mercado laboral porque acaban de salir del aula…
Y conocimiento, y tampoco lo tienen para ser un asistente contable, cómo manejar una bodega. Lo que vimos es que las empresas los buscan, pero los chicos no tienen esas capacidades. Pero la dificultad estaba en cómo llegar a ellos con esta capacitación. (…) En el Perú, el 95% o más de los hogares tiene un celular inteligente, entonces dijimos: “¿Por qué no lo hacemos a través de eso?”, y ya hemos cerrado un acuerdo con Entel y estamos próximos a cerrar con otra compañía para que las personas que entren a tomar estos cursos no consuman los datos, que el curso y la comunicación sea gratis. (…) Conversamos con el Ministerio de Educación y el Ministerio de Trabajo, ambos para complementarnos y formar los cursos; también ahí nos ayudó la UPC. Son, por el momento, 12 cursos: 4 transversales, principalmente en finanzas personales, en habilidades blandas, 8 funcionales: es decir, para que el estudiante que pase por el proceso salga con un oficio, por eso Academia de Oficios.
Es un programa de despedida.
Es el último programa. Al final del año, me retiro como funcionario del grupo Romero. Tengo otras iniciativas que sigo explorando y que voy a llevar delante el año próximo, y estoy muy ilusionado. Una de ellas está en investigación, justo del tema educación que a mí me apasiona.
¿Por qué se jubila tan joven?
(Sonríe) Gracias por lo de joven: esto es un rasgo cultural de nuestra familia. Mi bisabuelo regresó a España, se jubiló muy joven y dejó a su hijo jovencito de treinta y pocos años a cargo, él también se jubiló muy joven y dejó a mi tío y mi padre, y mi padre cuando tomó la posta tenía también treinta y pocos años. Ese es mi caso, cuando yo tomé la presidencia del Grupo Romero tenía 34 años, 35, y ahora mi sobrino Manuel va a tomar la presidencia.
¿Cuál siente que es su legado?
Creo que lo más importante no son necesariamente las inversiones que se hicieron; lo más importante es lo conceptual y lo organizacional que se deja, con sus altos y bajos, idas y vueltas, porque no todo han sido éxitos, ha habido también crisis, problemas. Mis primos y yo hemos creado una forma de trabajar muy potente en la que no solamente las empresas ponen los proyectos, sino que tienen una contraparte de un equipo humano altamente calificado que hace su propio análisis. En cuanto al legado de la fundación, lo que ha hecho y el equipo que tiene nos permiten hacer estas iniciativas importantes, complejas, donde hay muchos actores que participan, y se ve no solo por el número de becas y la cantidad, lo más importante y el punto mayor, y mi legado, va a ser la Academia de Oficios, un proyecto sumamente importante que puede ser muy trascendente.
¿Qué queda por hacer?
Me quedan muchísimas cosas pendientes por hacer. Todavía tengo muchas ideas y mucho entusiasmo por seguir invirtiendo y trabajando.






