Por: Diego Marrero
El Comercio, 11 de abril de 2019
El Comercio, 11 de abril de 2019
El 2018 fue bastante complicado para los mercados financieros, donde los principales activos de riesgo tuvieron retornos negativos. Las caídas se concentraron principalmente en el último trimestre, el cual fue el peor trimestre desde la crisis financiera del 2008. Luego de ese desastroso trimestre, vino un rebote casi con la misma magnitud. Por ejemplo, la bolsa de EE.UU. en el cuarto trimestre del 2018 rindió -14%, mientras que en el primer trimestre del 2019 rindió 13%. Dada esa tremenda oscilación, la pregunta obvia sería: ¿qué fue lo que cambio? La respuesta simple es: fundamentalmente nada.
Lo que explicó la caída fue principalmente un factor psicológico más que un cambio en los fundamentos económicos. El continuo temor sobre una desaceleración en el crecimiento mundial, donde el foco de preocupación fue una desaceleración de las economías de China y EE.UU., generó una sobrerreacción en los inversionistas.
La desaceleración de la economía China viene por dos factores. El primero es estructural, y responde a un cambio en su modelo de una economía exportadora a una basada en el consumo interno. Ello genera una menor tasa de crecimiento, pero también un crecimiento con mayor estabilidad. Esto no es una preocupación ni una sorpresa, pues se ha dado progresivamente durante los últimos 10 años, período en el cual la economía china casi se ha duplicado. Ante esto, es importante tener en cuenta la importancia del efecto base que ha generado esta tasa de crecimiento: un crecimiento de 6,5% este año es mucho más que un crecimiento de 10% hace 10 años. El hecho de que China pueda mantener aún una tasa de crecimiento cercana al 6,5% es un gran soporte para la economía mundial.
El segundo factor de desaceleración fue lo que generó preocupación. Esto fue causado por un endurecimiento del crédito interno en un esfuerzo por detener el apalancamiento de la economía, y una paralización de la inversión y el consumo, producto de la tensión comercial con EE.UU. Esto último podría y debería ser temporal.
Por un lado, el Gobierno Chino está impulsando la economía con estímulos monetarios y fiscales; asimismo, la inversión privada debería regresar con más fuerza en la medida que la incertidumbre de la tensión comercial se disipe.
Por el lado de EE.UU., si bien está pasando todo lo contrario a una desaceleración, la preocupación viene por el lado de la percepción de que la economía estaría en una etapa tardía del ciclo económico, y que por esa razón podría desacelerarse. Hasta el momento la economía sigue sólida y muy probablemente los temores de desaceleración sean infundados.
En los últimos años, China ha sido el principal motor de la economía mundial. En un contexto en el que las otras grandes economías del mundo mostraban cifras muy pobres de crecimiento (EE.UU. y Europa crecían por debajo de 2%), China creció a más de 8%.