David Tuesta
Perú21, 6 de marzo del 2025
«Perú debe fortalecer su productividad, invertir en tecnología agrícola y diversificar sus mercados para reducir la dependencia de Estados Unidos».
Las tormentas económicas pueden ser tan devastadoras como las naturales. No avisan con exactitud cuándo golpearán, pero cuando lo hacen, arrasan con todo a su paso. En seis semanas desde su regreso a la Casa Blanca, Donald Trump ha desatado un vendaval de medidas proteccionistas que amenazan con cambiar el comercio global. Su última jugada: una batería de aranceles que impactará a México, Canadá, China y, más recientemente, a los productos agrícolas provenientes de mercados como el peruano. Si alguien tenía dudas sobre el regreso del “America First”, hoy la realidad se encarga de disiparlas.
El presidente estadounidense ha impuesto un arancel del 25% a las importaciones de México y Canadá, mientras que a los productos chinos los ha golpeado con un incremento adicional llevándolo al 20%. Y, como si esto no fuera suficiente, acaba de anunciar que a partir del 2 de abril aplicará aranceles a productos agrícolas importados.
La lógica detrás de estas políticas se basa en la creencia de que los aranceles protegerán la industria nacional, incentivarán el empleo local y reducirán el déficit comercial de EE.UU. Sin embargo, la historia y la teoría económica nos muestran lo contrario. El déficit comercial norteamericano responde más a la baja tasa de ahorro y el elevado gasto público que a la competencia extranjera. Y las barreras comerciales, en lugar de fortalecer la industria, suelen encarecer los insumos, afectar las cadenas de producción y, en última instancia, hacer que los consumidores terminen pagando la factura. Más costos, menos inversión, menor crecimiento y, paradójicamente, más desempleo. Los mercados financieros han reaccionado mostrando fuertes volatilidades en sus índices ante la posibilidad de que el impacto de esta guerra comercial empuje a una mayor debilidad de la economía mundial.
En Perú, el huracán ya se empieza a sentir. Estados Unidos es nuestro principal socio comercial en agroexportación. Productos estrella como los arándanos, las uvas, los espárragos y las paltas, que han encontrado en el mercado estadounidense su mejor comprador, podrían ver sus precios encarecidos. Si la demanda cae, miles de agricultores y trabajadores verán sus ingresos reducidos, lo que podría traducirse en menor inversión y menor empleo. Y no solo es un golpe comercial, sino también financiero. Un menor crecimiento global afecta los precios de las materias primas, encarece el crédito y genera incertidumbre en los mercados, impactando en el tipo de cambio y el costo del financiamiento para las empresas peruanas.
Frente a esto, la reacción no puede ser esperar a que el huracán pase. Perú debe fortalecer su productividad, invertir en tecnología agrícola y diversificar sus mercados para reducir la dependencia de Estados Unidos. Reforzar las cadenas de valor internas es clave, y para ello el Estado debe ser un socio de verdad, reduciendo la sobrerregulación, propiciando un mercado laboral más flexible, y, mejorando los procesos que aceleren las inversiones en infraestructuras.
El huracán Trump ya ha tocado tierra. La pregunta es quiénes lograrán resistir su embestida y quiénes quedarán atrapados en su estela de destrucción.