Por: David Tuesta
Gestión, 27 de Octubre del 2022
Durante las últimas tres décadas, la economía peruana ha ido transitando a través de varias experiencias de gobierno y políticas públicas, muchas muy buenas, otras muy malas o desastrosas. Las primeras podríamos agruparlas como hitos que nuestra sociedad debiera celebrar, como se hace en las bodas. En cambio, las otras decisiones de políticas, las que hoy tenemos que lamentar, nos causan los mismos sentimientos que experimentamos en un funeral. Como hace Mike Newell, en la famosa película que da título a este artículo, hagamos un repaso de los hitos en cada una de esas experiencias.
Boda N° 1
Las decisiones a las que fuimos arribando en los noventa que constituyeron nuestra institucionalidad monetaria, es sin duda nuestra primera gran boda. La consolidación de un Banco Central de Reserva plenamente independiente ha sido el pilar de la estabilidad económica financiera que nos ayudó a recuperar la confianza en la economía por parte de los agentes tanto nacionales como globales, preservando su principal objetivo de conducir las expectativas de inflación.
Con ello, se logró una de las principales señales agregadas a los agentes de preservar el valor de sus decisiones de inversión y sentar las bases de los derechos de propiedad, clave para la generación de valor para la sociedad. Una boda que todos deseamos que dure por los siglos de los siglos.
Boda N° 2
Otra de las políticas que permitieron brindar un ordenamiento al país fue el de la regulación financiera que, de manera progresiva, fue transitando hacia un marco que permitió complementar con eficiencia y prudencia las decisiones de los agentes económicos. Es decir, consolidar un “matrimonio estable”.
La regulación prudencial bajo la supervisión de la Superintendencia de Banca y Seguros ha ido adoptando los estándares delineados en el marco de Basilea y complementado con el conocimiento técnico del mercado local. Lejos quedaron las situaciones de zozobra de los ochenta y los riesgos en que incurrió el sistema financiero durante la crisis rusa. La madurez de los cambios introducidos ha permitido sortear grandes olas, como las que trajo la crisis financiera del 20082009 y la del covid-19.
Boda N° 3
Una boda particular en la que concurren no dos, sino tres entes que han ido consolidando la prudencia fiscal. Tres piezas que se consideran indivisibles para asegurar que las finanzas del país sean conducidas con disciplina por parte de las autoridades que nos gobiernan. Así, por un lado, tenemos a nuestra regla fiscal, que nos indica los parámetros numéricos de la gestión de las cuentas públicas.
Por el otro, tenemos al Marco Macroeconómico Multianual, que obliga a las autoridades de turno a planificar con detalle la forma en que se cumplirá la regla fiscal. Y finalmente, la constitución de un Consejo Fiscal independiente que monitorea y opina respecto a la conducción que realiza el Gobierno de acuerdo con los marcos prudenciales establecidos. Este es un matrimonio que aún tiene que seguir consolidándose para darnos seguridad. Esa que solo se logra con los años y dando muestra a los agentes de que los “votos matrimoniales” se cumplen siempre.
Boda N° 4
El proceso de apertura comercial en el Perú ha sido uno de los compromisos más fuertes e institucionalizados a través del intercambio y acuerdos de liberalización arancelaria unilateral, bilateral y multilateral, lo cual nos ubica como uno de los países que impone menos barreras comerciales. Nuestra vocación hacia el libre mercado ha sido uno de los “drivers” hacia la mejor asignación de los recursos, dejando atrás el nocivo proteccionismo que tanto daño nos hizo en el pasado.
Son varias las evidencias que encuentran la fuerte interrelación de la economía peruana de la mayor apertura sobre la mejora del bienestar, disminución de la pobreza, innovación y transferencia tecnológica, y la posibilidad de atraer mayor inversión privada. Esta ha sido una de las bodas más prósperas para el país que ha ayudado a consolidar el resto de compromisos mencionados.
Funeral
Si bien el Perú parece haber celebrado cuatro bodas que, más allá de matices, se presentan como estables luego de más de tres décadas, hay algunas decisiones de política pública que en los últimos diez años nos han llevado a un ambiente similar al de un funeral, donde el fallecido parece ser nuestra productividad. Es cierto que las cuatro bodas coadyuvaron a darle vida en el pasado, y, de hecho, son las que nos permiten sortear los embates de la incertidumbre global y política actual. La fatiga de continuar con las reformas, así como incomprensibles retrocesos, han golpeado fuertemente la capacidad del Estado que hoy se convierte en un obstáculo para las decisiones privadas. Algunos creyentes, como yo, creemos en la resurrección, confiamos en que es posible reanimar al país y encaminarlo al desarrollo. Pero necesitamos líderes que hoy no vemos.