Por: César Fuentes, Director de la Maestría en Gestión Pública de ESAN
Gestión, 3 de diciembre de 2019
Diversas voces han planteado la necesidad de revisar y modificar el modelo económico vigente en el Perú, a la luz de las diversas protestas que se han visto en la región en los últimos tiempos bajo el argumento de que se está incubando una brecha de riqueza interna insostenible. La coyuntura político-electoral definitivamente alentará los cantos de sirena.
Es un debate innecesario. En una economía de libre mercado, el rol del Estado tiene tres niveles: defender los derechos de propiedad, buscar una relación simétrica de información entre ciudadanos y desarrollar políticas públicas. En el Perú, contamos con una economía social de mercado, con lo que queda establecida, de manera explícita, la búsqueda de equidad.
El gran debate entre una economía de modelo liberal y una social de mercado es que avanzamos en equidad, pero sacrificamos eficiencia, o viceversa. Cuando optamos por la eficiencia, el problema es la sostenibilidad social. Hay un punto intermedio a lograr para que todo fluya, sobre todo en los sectores en los que el Estado tiene una participación relevante, como salud y educación.
Podemos mejorar nuestra performance. Hay dos pilares fundamentales en los últimos 25 años: una política monetaria muy responsable y una política fiscal bastante conservadora. Sin embargo, existe espacio y, sobre todo, necesidad de mejorar la productividad mediante la innovación y la calidad educativa, principalmente.
Es paradójico, pero quizás somos víctimas del éxito macroeconómico, cuya estabilidad es una condición necesaria, pero no suficiente, para lograr una exitosa economía de mercado.
Es importante desarrollar equidad en oportunidad, más allá del nivel de ingresos de cada quien. En la educación y la salud, este aspecto es claro: si son de calidad, niños de padres con ingresos económicos mayores y menores tendrán las mismas oportunidades de crecimiento. Esta ecuación entre equidad y eficiencia siempre estará en tensión porque, lógicamente, si quiero mayor equidad, impulsaré una cobertura universal. Si prefiero eficiencia, esa cobertura no será adecuada y representará un mayor gasto, sin mejorar la calidad de los servicios.
Tenemos una visión de Estado donde lo más importante es controlar el gasto. Hay que ser más ambiciosos. Primero, debemos determinar qué productos o servicios hemos generado para la pobreza. Segundo, hay que averiguar el impacto que tienen en el ciudadano (mejores ingresos, mejores zonas de transporte, mejor salud, etcétera). Por ahí tenemos que avanzar. Lo importante es la naturaleza del gasto y el impacto que tiene en ingresos y en la calidad de vida del ciudadano.