Por: César Campos Rodríguez
Expreso, 3 de setiembre del 2023
El sociólogo Javier Díaz-Albertini, en su habitual columna de la sección editorial del diario El Comercio, ha ensayado una férrea defensa de las Organizaciones No Gubernamentales (ONG) caviares, apelando a una encuesta que examina percepciones de los peruanos sobre dichas instituciones en general –la cual considera “positiva” aunque apenas alcanza solo 38.9 %– y añade que esto se da pese a “toda la prensa negativa que reciben de la extrema derecha e izquierda”. (“Oportunidades perdidas”, EC 31 agosto).
Cabe advertir el sesgo maniqueo de esta última afirmación, sobre todo cuando en el mismo artículo menciona a ONG que tienen un plausible y meritorio respaldo ciudadano como Caritas, la Liga Peruana de Lucha Contra el Cáncer o Aldeas Infantiles SOS como las más reconocidas. Díaz-Albertini sabe muy bien que no hay campañas contra todas las ONG, sino contra las que son utilizadas para la captura de diversas áreas del estado con propósitos subalternos, generalmente de carácter político.
Es un tema cercano a mí desde que el año 2009 viajé a México – representando a la Universidad Particular San Martín de Porres en cuya facultad de Ciencias de la Comunicación enseñaba – como expositor del II Congreso de las Américas “Explorando la Convergencia Mediática, la Comunicación Pública y la Comunicación Intercultural” organizado por el Instituto Tecnológico de Monterrey. A dicho encuentro llevé la ponencia “Amenazas convergentes a la libertad de expresión”, en la cual separé las históricas (presiones, amedrentamiento, chantaje, soborno, judicialización permanente, censura, restricción de la información pública y el asesinato de periodistas) de las nuevas, en las que incorporé la alianza entre ciertas ONG y medios de comunicación.
Sostuve que la gran mayoría de ONG cumplían un papel importante en la consolidación de los espacios de participación ciudadana allí donde el Estado carece de presencia o eficacia. Sin embargo, esta labor trascendente que para muchos está llamada a complementar las tareas del Estado, también adopta un papel sustitorio de las instituciones públicas, apropiándose de las agendas de justicia, defensa, seguridad interna, salud, medio ambiente y género.
Añadí que Algunas ONG ingresaban a la actividad política disfrazando u ocultando la raíz ideológica de sus reclamos. Y en esa línea, conseguían establecer alianzas con ciertos medios de comunicación masiva que adoptan sus mismas banderas como una causa ortodoxa e inflexible, y descalificando a quienes se atreven a discrepar.
Tal es el punto deplorable y riesgoso para la democracia. Recuerdo otra vez a Eleuterio Fernández Huidobro (ya fallecido, ministro de Defensa del gobierno de José Mujica en Uruguay) quien le dijo al cineasta Emir Kusturica –en el documental que éste hizo sobre el presidente exguerrillero– que algunas ONG deberían llamarse “OMG” (Organizaciones Muy Gubernamentales), debido a su enorme apetito por el presupuesto estatal y el chantaje al que someten a las administraciones por más de izquierda que sean.
Hay ONG y ONG. No caigamos en el cuento de la ofensiva extremista contra todas.