Por: César Peñaranda, Director Ejecutivo del Instituto de Economía y Desarrollo Empresarial de la CCL
Gestión, 13 de agosto de 2018
Con ocasión de las Fiestas Patrias destacaron en el terreno político y económico el mensaje a la Nación del presidente y la publicación del Plan Nacional de Competitividad (PNC). En conjunto, marcan el rumbo que seguirá el Ejecutivo en lo que resta de su periodo, que consideramos, en general, adecuado siempre que se ciña al mismo y ejecute lo trascendente. Me explico. En los recientes libros y artículos que he publicado, algunos en esta columna de Gestión, precisamos que la estrategia para ponernos rumbo hacia un país del primer mundo pasa por fortalecer los cimientos del crecimiento, vía la estabilidad macroeconómica y la institucionalidad, a la par con potenciar los motores del crecimiento que son la inversión y la productividad. En el primer caso, los cimientos, señalamos la urgencia de reducir el déficit fiscal con base en una eficiencia del gasto público (hacer más con lo mismo) y una reforma integral de la política tributaria, ello conjuntamente con la reforma del Estado (Ejecutivo, Legislativo y Judicial) para enfrentar la corrupción, inseguridad e imponer el imperio de la ley.
Precisamente, en su mensaje el presidente resaltó la relevancia del tema fiscal aunque solo mencionó algunas medidas tributarias como parte de las facultades legislativas obtenidas, que han sido publicadas los últimos días, pero sin considerar tanto él como el ministro del sector una reforma integral que asegure no solo corregir el déficit sino alcanzar superávit a mediano plazo; es decir, coincidimos con el objetivo pero no con la forma de lograrlo. Mayor trascendencia otorgó en su discurso al serio problema institucional, anunciando la reforma integral del sistema de justicia y la reforma política, que bien diseñadas e implementadas pueden permitir consolidar la institucionalidad en el país y con ello el propio sistema democrático, aún incipiente. En este caso faltó considerar la reforma del Ejecutivo, tan necesaria y esperada pues coadyuva al éxito que se busca en lo institucional. No sobra mencionar lo que Fukuyama remarcó con ocasión de su visita al Perú, que hacemos bien en aspirar ser un país del primer mundo, pero que nunca se logrará con un Estado del tercer mundo.
En cuanto a los motores, el mensaje evidenció que está clara la necesidad de potenciar la inversión, en especial la privada e infraestructura, empero no se dijo nada respecto de uno de los críticos problemas que son los conflictos sociales, que afecta no solo a sectores básicos como minería, hidrocarburos y energía, sino también a los vinculados como manufactura, construcción y servicios. Es más, tampoco estuvo presente el fondo de adelanto social, mecanismo potente para revertir estos conflictos al ir al encuentro de las necesidades básicas de las comunidades comprendidas. Finalmente, pero quizás uno de los temas más trascendentes es la referencia al PNC, pues se sabe que para aspirar crecer a tasa alta y sostenida debe incrementarse la productividad, que en términos simples implica reducir costos reales y con ello mejorar la competitividad. No en el mensaje pero sí en el plan se presenta en términos muy generales lo que se busca, empero no se precisa quién (es) lo ejecutará(n), cómo, en qué plazos y con qué indicadores se medirá su avance. Vía el PNC, más aún al calificarlo como política de Estado, se deben acometer las tan esperadas reformas de segunda generación como la pertinente al capital humano (educación y salud), laboral y de innovación, ciencia y tecnología, por mencionar las más necesarias y relevantes. Sin ellas se avanzará muy poco.