Por: César Peñaranda Castañeda, Economista
Gestión, 9 de diciembre de 2019
Ambos, en lo suyo. Veamos. Los sucesos en los países vecinos dan pie a los que rechazan el sistema capitalista o de economía de mercado de retomar sus críticas reiterando que llegó a su fin, que es culpable de la pobreza y desigualdad vigente, que los problemas surgen por limitar la acción del Estado al asignarle un rol subsidiario, entre otras calificaciones negativas y absurdas, que no ameritan contestarse, pues las cifras socioeconómicas logradas desde la vigencia del sistema económico vigente son contundentes y responden por sí cualquiera de sus aseveraciones.
Empero, es necesario al margen de las cifras ingresar al debate y responder que lo que se requiere es, por el contrario, profundizar el sistema de economía de mercado, es decir +Mercado y también +Estado, pero respecto de este último de ninguna manera retornar al nefasto modelo de su presencia absoluta, agobiante, populista, que nos condujo al descalabro por todos conocidos.
Empecemos precisando que el modelo de economía de mercado no postula la inexistencia del Estado, por el contrario, busca que sea eficiente, eficaz y equitativo, con presencia a nivel nacional en todo aquello que le es propio, intrínseco, como seguridad, justicia, salud y educación, por mencionar quizá los más relevantes, sin que ello implique que no pueda compartir este rol con el sector privado en lo que sea viable y necesario. Esto no es sinónimo de un Estado grande, elefantiásico, burocrático, actuando en campos donde no debe estar como el de Estado empresario, salvo en un rol subsidiario conforme lo señala la Constitución.
Más mercado, si reconocemos que es el más idóneo e irreemplazable para garantizar una eficiente asignación de los recursos, que por definición son escasos, y lograr así mayor bienestar general. Para esto es impostergable la necesidad de que se cumplan cuatro aspectos institucionales básicos que nos permitan afirmar que en el Perú rige una plena economía de mercado.
Nos referimos al imperio de la ley y la estabilidad jurídica; que impere y se respete la propiedad privada y los derechos de autor; que la información sea universal, transparente y oportuna, y que exista plena libertad individual, para que los agentes económicos puedan actuar y competir sin restricciones ni limitaciones como trabas, barreras y controles burocráticos, excesiva regulación, complejos procesos administrativos y en general todo aquello que afecta directamente las señales del mercado e impide a los agentes económicos actuar libremente, sujetos, por cierto, a las leyes y normas vigentes.
Paralelamente es necesario tener presente dos elementos centrales, uno referente a que el mercado propende a la eficiencia no a la equidad, razón por la cual precisamente le corresponde al Estado buscar mayor equidad en la distribución de oportunidades, para lo cual el instrumento idóneo es la política fiscal, pues con base en los recursos fiscales puede garantizar adecuados servicios básicos a toda la población, a la par con salud y educación de calidad.
El otro elemento es el pertinente a que la estabilidad macroeconómica que conlleva el sistema de economía de mercado no garantiza el incremento en la productividad, que a su vez es lo que asegura alcanzar tasa alta de crecimiento de manera sostenida y reducir pobreza. Para ello es indispensable ejecutar las reformas llamadas de segunda generación, en particular de la salud, educación, ciencia y tecnología, laboral y tributaria, ligadas justamente a la búsqueda de mayor equidad, y para lo cual, nuevamente, la presencia del Estado es clave.