César Burga Rivera
Perú21, 24 de agosto del 2025
«Corea supera al Perú no solo en ingresos, sino también en infraestructura, salud, educación y eficiencia institucional».
En los años 60, Corea del Sur era uno de los países más pobres del mundo. Después de la guerra con el Norte, estaba literalmente destruida, sin recursos naturales importantes y con un ingreso por persona menor al del Perú de esa época. Según el Banco Mundial, hoy, seis décadas después, su producto bruto per cápita (en dólares 2021 de paridad de poder adquisitivo) ronda los US$50,414 mientras que el Perú alcanza apenas unos US$15,662. Eso sitúa a Corea como 3 veces más rica por persona.
Y eso sin contar otras brechas: Corea supera al Perú no solo en ingresos, sino también en infraestructura, salud, educación y eficiencia institucional. En rankings como Doing Business del IFC (hasta 2020), Corea estaba entre los 5 mejores países del mundo en cuanto a facilidades para hacer negocios, mientras que Perú figuraba en el puesto 76 de un total de 190 economías evaluadas.
¿QUÉ HIZO COREA PARA TRANSFORMARSE?
Educación de primer nivel
Desde los 60, Corea apostó no solo por alfabetizar, sino por calidad real: ciencia, ingeniería, vocación técnica y universidades conectadas al sector productivo.
Servidores públicos altamente capacitados
Desde los años 60, el ingreso a la alta administración pública empezó a hacerse principalmente mediante exámenes bien exigentes, incluyendo evaluaciones de economía, derecho, política e idiomas. Se estima que solo el 2% de los postulantes logra aprobar. Los que ingresan se convierten en funcionarios de élite con gran estabilidad y posibilidad de ascender.
Impulso estratégico al crecimiento
El Gobierno apoyó sectores estratégicos como electrónica, autos y acero con créditos subsidiados, protección temporal, infraestructura y metas de exportación. Pero era exigente: si una empresa no rendía, perdía el apoyo. Así nacieron Samsung, Hyundai y LG.
Visión exportadora y disciplina nacional
En los 90, ya con capacidad propia, Corea se integró globalmente, firmó tratados, entró a la OCDE y continuó invirtiendo en innovación. Hoy lidera la fabricación de chips, robótica e inteligencia artificial.
¿PERO NO ES PELIGROSO QUE EL ESTADO ELIJA SECTORES?
Sí lo es. En Corea funcionó porque el Estado, técnicamente competente, trazó rutas, evaluó, exigió condiciones. No fue un cheque en blanco, sino una alianza: descubrimiento público del potencial, ejecución privada.
Pero no todo fue perfecto. Por ejemplo, en los años 60 y 70, Corea nacionalizó la banca para poder canalizar el crédito hacia los sectores que había escogido como prioritarios, lo que permitió impulsar rápidamente industrias como la electrónica o el acero, pero esto trajo problemas: malas decisiones, créditos dirigidos por razones políticas y hasta corrupción. Fue una medida polémica y duramente criticada, incluso dentro del propio país. Con el tiempo, corrigieron el rumbo, privatizaron nuevamente los bancos y fortalecieron el sistema financiero.
UNA ANÉCDOTA REAL QUE ME MARCÓ
Escribiendo este artículo recordé una anécdota de inicios de los 90, cuando trabajaba para el Banco Mundial, en Washington DC; conocí a dos economistas coreanos que estaban haciendo una pasantía en el banco. Trabajaban para el Korea Development Institute, una entidad pública clave en el diseño de la estrategia económica del país, y que además trabajaba de la mano con el sector privado.
Ambos se sentían profundamente orgullosos de trabajar en dicha institución. Me contaban que en Corea era un honor ser parte del Estado, porque sabían que estaban aportando al progreso nacional. Incluso sus familias les ayudaban económicamente haciendo una “bolsa” mensual para complementar sus sueldos, pues preferían quedarse allí en lugar de trabajar en una empresa privada, donde con certeza hubiesen tenido mejores ingresos.
Treinta años después, al escribir este artículo, los recordé con admiración y sentí alegría por ellos, por el éxito logrado: según el Banco Mundial, Corea hoy es la economía #13 en el mundo con un PBI que asciende a US$2.6 trillones (dólares 2021 de paridad de poder adquisitivo), luego de crecer a una tasa anual de 7% en el periodo 1960-2023. Pero también siento frustración, pues la economía peruana es solo la octava parte de la coreana. Nos perdimos en una revolución militar socialista, en heterodoxia económica, en populismos, en terrorismo y en casos de corrupción; el resultado ha sido que crecimos a una tasa anual de solo 3.5% durante el mismo periodo. Vallejo habría podido decir: “Perú, aparta de mí este cáliz!”.
Lo de Corea no fue suerte; fue estrategia, esfuerzo y orgullo nacional bien dirigido.
¿Y NOSOTROS, QUÉ PODEMOS APRENDER?
No se trata de copiar a Corea, sino de aprender de su experiencia y adaptarla a nuestra realidad. Aquí algunas ideas concretas, junto a quién podría liderarlas en el Perú:
1. Invertir en educación desde el colegio, pero con calidad. Esto le corresponde al Ministerio de Educación, en alianza con gobiernos regionales, universidades y organismos como el Instituto Peruano de Evaluación, Acreditación y Certificación de la Calidad de la Educación Básica (IPEBA). Las instituciones necesarias ya existen y hay que apoyarlas para que cumplan con su rol a cabalidad: formar bien a los docentes y a los estudiantes desde temprana edad.
2. Sentar en una mesa a entidades como el Centro Nacional de Planeamiento Estratégico (Ceplan) y el Consejo Privado de Competitividad (CPC). Este último puede desempeñar un rol de articulador importante: desde 2018 promueve una agenda público-privada de reformas para mejorar la competitividad del país. Su experiencia como interlocutor entre empresas, academia y Estado lo posiciona como un socio clave para articular mesas de trabajo técnico-políticas.
Lo óptimo sería que traten de resolver los cuellos de botella que existen en los diversos sectores económicos y que impiden el avance eficiente de la inversión privada. Algo se está avanzando en el tema, pero se necesita acelerar y escalar el trabajo pendiente.
Esta idea de “hacer algo”, para lograr un crecimiento sostenido, no es nueva y ha generado bastante debate. En CADE 2010, el reconocido economista Michael Porter planteó una propuesta concreta de clústeres donde el Perú tenía ventajas comparativas claras, como agroindustria, minería, turismo y servicios modernos. De forma complementaria, el economista Luis Carranza también ha desarrollado un análisis sobre sectores estratégicos donde el Perú puede construir ventajas competitivas con apoyo público bien orientado. Estas propuestas brindan un punto de partida valioso para priorizar y focalizar esfuerzos.
3. Apoyar empresas formales que generen innovación y empleo. Aquí deben intervenir Concytec, Proinnovate y Sunat. Se requieren incentivos claros, menos trabas y más apoyo a la innovación. Esta visión está en línea con el World Development Report 2024 del Banco Mundial, que analiza cómo los países de ingreso medio, como el Perú, pueden salir de la llamada ‘trampa del ingreso medio’. El reporte propone políticas que fomenten la competencia, reduzcan la informalidad, inviertan en habilidades y tecnología, y mejoren el entorno para las empresas. Países como Malasia, Polonia y Vietnam han seguido caminos similares para transformar su estructura productiva y generar empleos de mayor calidad. El Perú podría hacer lo mismo si alinea su política económica con estos principios.
¿SE PUEDE HACER ALGO PARECIDO EN PERÚ?
Claro que sí. No exactamente igual, pero sí con el mismo espíritu: el de un país que apuesta por su gente, su futuro y una idea compartida de progreso. Corea ya lo hizo. ¿Y si por fin empezamos?