Carlos E. Gálvez Pinillos
Amautas Mineros
29.04.2019
La sabiduría de nuestros antepasados se sustentaba en estas tres sencillas reglas, pero con el transcurrir del tiempo pareciera algo inalcanzable para la mayoría de la población y que decir de nuestras autoridades.
Ama Quella
No ser ocioso es probablemente una de los mandatos más importantes, pues el que no se esfuerza en el estudio o el trabajo, tiene asegurado poco o mínimo desarrollo personal, limitadas oportunidades y se asegura un nivel de pobreza que, lo convertirá con el tiempo en una carga para la sociedad.
Ya conocemos la historia del profesor que para dar a sus alumnos una lección de lo que era el socialismo (sustentado en el reparto de la riqueza), les propuso aplicarla en las calificaciones escolares. La historia cuenta que teniendo un grupo de alumnos esforzados que lograban notas sobresalientes, otros mediocres y un grupo de ociosos que siempre obtenían nota desaprobada, el profesor planteó calcular el promedio de las calificaciones y asignarlas a todos por igual.
En la primera oportunidad, los mediocres y los ociosos estuvieron felices pues sus resultados fueron mucho mejores, pero los estudiosos y esforzados estuvieron muy molestos, pues su esfuerzo no les servía de nada. Debido a esto, los estudiosos se dieron cuenta que no valía la pena el esfuerzo por estudiar con ahínco, pues no se veían compensados sus sacrificios y dejaron de estudiar. Como resultado las calificaciones de estos fueron malas y el promedio fue bajando hasta que todos fueron desaprobados.
Lamentablemente, para las autoridades que están pendientes únicamente de la aceptación popular, les resulta muy fácil abrumar a las minorías esforzadas con exigencias y dejar que quienes no se esfuerzan se conviertan en receptores de beneficios. Lo anterior significa “crearles” únicamente derechos y permitirles consentir que no tienen deberes.
Lo triste es que, lo que comienza como un concepto loable de solidaridad, cuando se extiende sin control, se torna en un elemento destructor de la sociedad, la autoestima de las personas y en la semilla de la delincuencia. Ya nos decían; ¡LA OCIOSIDAD ES MADRE DE TODOS LOS VICIOS!
La laboriosidad es una virtud que debemos cultivar, sancionando la ociosidad como lo hicieron nuestros antepasados. Solo así lograremos desarrollarnos como personas y familias, forjando con nuestro esfuerzo de conjunto un país próspero que nos llene de orgullo.
Ama Llulla
No seas mentiroso, es el segundo mandato de nuestros antepasados y no es casualidad, pues la mentira es uno de los vicios más corrosivos de la sociedad.
Debemos inculcar a nuestros niños el valor de decir la verdad, formándolos con esto como ciudadanos confiables.
El individuo que miente en pequeñas cosas, con el tiempo pasa a las grandes mentiras y destruye las bases de la sociedad. No es casualidad que, decir siempre la verdad sea un valor universal, cultivado en el incanato, las culturas milenarias del Asia y la cultura anglosajona. En la cultura anglosajona mentir se sanciona con pena de cárcel como delito de “perjurio”. Lamentablemente hemos diluido el concepto en nuestro país, siendo sancionable sólo si se miente bajo juramento en proceso judicial.
Debemos ser intolerantes con la mentira, pues debemos estar en condiciones de creer en nuestra palabra y nuestros compromisos. Esto que parece elemental, tiene un gran peso y repercusión en la vida de las personas y los pueblos. El caso más palpable es el del acceso al crédito y el costo de este crédito. Si una persona tiene un récord de cumplimiento de sus compromisos, le será más sencillo acceder a un préstamo y más baja la tasa de interés a pagar. Esto, en el ámbito de las empresas y los países es igual, por lo que se tiene entidades “clasificadoras de riesgo” que hacen la evaluación, no sólo de la capacidad financiera de pago de las obligaciones, sino también de la historia de cumplimiento de los compromisos de las empresas y en el caso de los países, de sus gobernantes.
Para los que no se han percatado, la palabra crédito, viene de creer. Por eso ese grado de confiabilidad se alcanza sobre la base de la veracidad.
Ama Sua
No seas ladrón, es un mandato que he dejado para el final; porque el mentiroso y el ocioso finalmente será un ladrón. Si el hombre no trabaja por ocioso, tendrá necesidades materiales insatisfechas que cubrir y comenzará con pequeños robos, hasta que le parezca lo más normal tomar las cosas que no le pertenecen.
Tan ladrón es el asaltante, como el que no paga sus impuestos y tanto como el que invade una propiedad ajena y se apropia de ella por la fuerza. El estafador que, falsificando documentos se hace de bienes ajenos o el que roba agua, electricidad u otros, con conexiones clandestinas. El robo a la sociedad es un delito muy grave.
No se debe ser tolerante con el pequeño robo, porque eso conduce a una escalada de delitos mayores, debiendo ser drásticos con la sanción impuesta. La impunidad a todo nivel es el peor incentivo para este delito, es por ello que la historia de la humanidad y nuestro país esté plagada de gente que en los ámbitos políticos, judiciales y empresariales se ha destacado por sus actos delictivos, al extremo que hay la búsqueda permanente de la creación de más distritos y dependencias públicas, para poder acceder a más espacios que les permita robar al país.
Debemos educar inculcando el valor fundamental de la honestidad, pero sabiendo que; la ocasión hace al ladrón, debemos también reducir las oportunidades y espacios propicios para el robo.