Por: Carlos Basombrío
El Comercio, 14 de abril de 2021
Hace varias semanas escribía sobre el panorama electoral y comentaba, sin poder ocultar mi satisfacción, que UPP ya no estaría en el Congreso. “UPP humilló al país llevando al Congreso, en el que alguna vez se sentó Miguel Grau, a antauristas condenados por el asesinato de cuatro policías”. Y añadía preocupado, “la afrenta a nuestra democracia se materializaría de nuevo ahora con Pedro Castillo, de quien la Dircote considera hay evidencias documentadas de su cercanía al Movadef y que probablemente consiga pasar la valla”. No solo la pasó, sino que bien puede ser presidente del Perú.
Quiero distinguir con claridad al candidato de sus votantes. Los segundos tienen motivaciones muy diferentes a las de Castillo.
Al candidato lo conozco bien porque me tocó ser ministro del Interior en el 2017, cuando este encabezó una larga y violenta huelga acompañado de las dirigencias más radicales del magisterio.
La historia empieza varios años antes con el surgimiento del Comité Nacional de Reconstrucción (Conare) del Sutep, que siempre estuvo vinculado al Movadef, hechura directa de Abimael Guzmán.
Entre los documentos de la Operación Perseo (2014) que fueron incautados en la celda de Abimael, hay los de puño y letra donde da instrucciones al Movadef. Se confirmaba algo que ya se sabía. Dos años antes, el Jurado Nacional de Elecciones, en una decisión valiente, impidió que el Movadef se inscriba como partido bajo el membrete Fudepp. (Por cierto, varios de los líderes de la huelga del 2017 firmaron entonces un comunicado de protesta y solidaridad con el Movadef por lo sucedido).
Volvamos al Sutep, para explicar que la “u” es de único. Es decir que habían conseguido desde hacía muchos años ser el único sindicato reconocido por el Ministerio de Educación. Los de Conare no podían ganarle en elecciones a los de Patria Roja, que controlaban el sindicato nacional (hoy aliados de Verónika Mendoza y que Conare consideraba “aburguesados, revisionistas y vende patrias”).
Luego, el Conare también se dividió en dos alas. Una encabezada por Zenón Pantoja y la otra por Lucio Ccallo Ccallata (secretario general del Movadef, base El Collao). Pasado el tiempo, ambos concluyeron que si querían ganarle el sindicato a Patria Roja, tenía que ser en las calles, y las dos facciones lograron ponerse de acuerdo en solo una persona para presidir el Comité de Huelga. ¿Adivinaron? Pues sí, Pedro Castillo fue el elegido.
No hay espacio para entrar en detalles, pero hay abundantes fotografías y documentos de la Dircote que van detallando la cercanía en toda la huelga con los dirigentes del Movadef y con senderistas liberados, luego de cumplir condena.
Como gobierno tomamos la decisión de que no íbamos a negociar con Conare, pues eso sería traicionar la memoria de decenas de miles de personas asesinadas por Sendero Luminoso; entre ellos, centenares de maestros que se opusieron a sus designios.
Pese a que el gobierno dio un aumento salarial al magisterio, Castillo siguió la huelga, porque lo que más le importaba era legalizar al Conare y que se anularan las evaluaciones a los maestros. La huelga se fue desinflando, pero Castillo se había convertido ya en un líder nacional.
El resultado fue un desastre para los maestros. Sus gremios quedaron divididos en tres y perdieron capacidad de defender sus reclamos: el Sutep oficial (dirigido por Patria Roja), el que dirige Puka Llacta (una escisión hacia la izquierda de Patria Roja) y la ahora denominada Federación Nacional de Trabajadores de la Educación del Perú (Fenate) que dirige Castillo y cercana a Sendero Luminoso.
Distingo claramente a Castillo de sus votantes (aproximadamente 12% de los votos emitidos y 8% del padrón electoral). Hay grupos híper ideologizados en diferentes partes del país y son tan estridentes y violentos, como estadísticamente ínfimos, al punto que si llegasen al 1% de los votantes de Castillo, sería mucho.
La gran mayoría es gente harta de su situación de pobreza y abandono (agravada por el COVID-19) que se ha identificado con un profesor que se ha presentado como un Robin Hood andino que le va a quitar a los ricos para darle a los pobres.
Ellos no conocen de sus vínculos y, quizás, ni los creerían cuando los sepan.
Ha habido tanto ‘terruqueo’, a saber decirles terroristas a quienes se mueven en la franja zurda, que ya están vacunados. En estas elecciones, el más extremista en esta práctica, no se ha cansado de decir que hasta el presidente Sagasti lo es. Difícil después de tanta mescolanza y estupidez, que ahora les crean cuando de verdad llegó el lobo.
Y, así, no es imposible que un candidato que pertenece a un submundo político ultra radical, híper ideologizado y propenso a la violencia, llegue a la presidencia. Por cierto, con sus diferencias, uno al que también pertenece Antauro Humala; a quien ya Castillo anunció que indultará.