Bruno Ghio
Gestión, 10 de setiembre del 2025
A pesar de la incertidumbre generada por las tensiones geopolíticas, los mercados han mostrado una resiliencia inesperada.
El 2025 está resultando ser un año sorprendentemente positivo para las inversiones, incluso en medio de un panorama internacional cargado de tensiones geopolíticas. A pesar de la incertidumbre generada por las negociaciones comerciales sobre aranceles y el impacto del conflicto armado que involucró a Israel, Irán y Estados Unidos, los mercados han mostrado una resiliencia inesperada.
Los resultados hablan por sí solos: el S&P 500 alcanzó nuevos máximos históricos y las carteras diversificadas que contienen un 30% y 50% en acciones registran retornos en el rango del 8% a 11% en lo que va del año. El oro, por su parte, rompió récords at superar los US$ 3,500 por onza.
Entre los principales motores de rentabilidad del año no solo se encuentran los metales preciosos, sino también los índices bursátiles europeos y de mercados emergentes, que por primera vez en muchos años superaron al desempeño del mercado estadounidense.
A primera vista, estos resultados podrían parecer extraños en un año marcado por tensiones geopolíticas. Sin embargo, la historia de los mercados -especialmente de la bolsa estadounidense-demuestra que los conflictos políticos o militares rara vez tienen un efecto sostenido sobre las valorizaciones.
Lo que realmente está definiendo el rumbo de los mercados son las variables monetarias: las tasas de interés y las políticas de liquidez de los bancos centrales. En los últimos meses, tanto acciones como bonos se han beneficiado de la expectativa de dos o tres recortes de tasas en lo que resta del 2025 por parte de la Reserva Federal, aun cuando estos recortes se justifican en un menor crecimiento esperado de la economía.
Es importante señalar que el balance de la Reserva Federal sigue siendo un 50% más grande que en la etapa prepandemia, reflejo de una política expansiva aún no revertida. Además, la masa monetaria M2 se encuentra en máximos de los últimos años, evidencia de una liquidez abundante en la economía estadounidense. Esa liquidez impulsa no solo a acciones y bonos, sino también a los metales preciosos. La expectativa de bajas en las tasas ha reavivado la demanda de oro y plata. El oro, de hecho, ha superado al euro como la segunda mayor reserva oficial de los bancos centrales del mundo, representando en promedio un 20% de sus reservas internacionales.
Los persistentes déficits fiscales, por otra parte, mantienen las dudas sobre la solidez de las llamadas «monedas duras», fortaleciendo la narrativa favorable a los metales.
Si algo demuestra este año es que las inversiones deben manejarse con frialdad y con una estrategia consistente. Los inversionistas que redujeron exposición por temor a las tensiones geopolíticas quedaron fuera de una de las mejores rachas recientes del mercado.
El aprendizaje es claro: estar bien diversificado y mantener un plan definido sigue siendo la fórmula más efectiva. Intentar anticipar problemas u oportunidades a partir de noticias coyunturales suele ser una distracción costosa.
Al final, lo que ha funcionado históricamente es mantenerse invertido con un pesó razonable de riesgo. Todo lo demás suele ser más ficción que realidad.