Por: Bjorn Lomborg, director del Copenhagen Consensus Center y Aaron Motsoaledi, Ministro de Salud de Sudáfrica
El Comercio, 27 de setiembre de 2018
El Comercio, 27 de setiembre de 2018
Esta semana, los jefes de Estado se reunieron en Naciones Unidas para su primer encuentro dedicado a poner fin a la tuberculosis como una amenaza a la salud pública. Adoptaron una declaración política ambiciosa, con el objetivo de acelerar los esfuerzos para acabar con la enfermedad y llegar a las personas afectadas con prevención y atención. Esta atención ya se ha retrasado, pero existe un convincente argumento moral y económico para que esto se corresponda con los recursos, que en la actualidad escasean.
En los últimos dos siglos, la tuberculosis ha causado muchas más muertes que la viruela, la malaria, la peste, la gripe, el cólera y el sida juntos. Este año, el número de víctimas de la tuberculosis supera al de las del VIH/sida, lo que la convierte en la enfermedad infecciosa más mortífera del planeta.
El desarrollo de una vacuna, aunque haya sido hace 97 años, y la disponibilidad de medicamentos accesibles significa que tenemos la capacidad técnica para erradicarla.
Pero en lugar de hacer que la tuberculosis pase a la historia, el titubeo mundial le ha permitido convertirse en un asesino silencioso de los más desfavorecidos del mundo.
Es comprensible que muchas personas pobres pospongan la visita al médico, porque buscar tratamiento significa perder tiempo y dinero. Incluso cuando acuden a un médico local, a menudo privado, en muchos países esto no significa que se diagnostique a tiempo y correctamente, ya que los síntomas se solapan con muchas otras enfermedades menos peligrosas, lo que hace que a los pacientes que lo necesitan se les recete solo medicamentos para la tos. Mientras tanto, la infección se propaga.
Cuando el diagnóstico finalmente ocurre, la medicina no es una solución puntual, sino un tratamiento que toma medio año o más. Eventualmente, muchas personas que inician el tratamiento simplemente lo interrumpen, en especial a medida que los síntomas disminuyen. Esto conduce a una tuberculosis fármacorresistente, que tiene consecuencias más graves para el paciente, y a un aumento de los costos para la sociedad. Un análisis global de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas realizado por un equipo de economistas galardonados con el Premio Nobel para el Copenhagen Consensus reveló que el control de la tuberculosis es una de las 19 inversiones de desarrollo más fenomenales a las que se debe dar prioridad en el ámbito mundial.
Basaron esta conclusión en una investigación realizada por Anna Vassall de la London School of Hygiene and Tropical Medicine. Ella investigó los argumentos a favor de la inversión y concluyó que, en el ámbito mundial, cada dólar invertido en el control de la tuberculosis generaría beneficios para la sociedad por valor de alrededor de 43 dólares.
La India tiene la mayor incidencia de tuberculosis del mundo. Investigaciones recientes para el Copenhagen Consensus y Tata Trusts sobre varios estados de la India revelaron que se podrían generar enormes beneficios para la sociedad si se enfocan en la tuberculosis: en Rajasthan y Andhra Pradesh, cada dólar que se gasta en la mejora de la detección y el tratamiento de la tuberculosis generaría beneficios por un valor de más de 100 dólares.
El beneficio en primer lugar viene de salvar muchas vidas. Pero al tratar a la gente más rápida y eficientemente, también evitamos muchas más infecciones, en esencia salvando a las futuras víctimas de la tuberculosis de enfermarse y posiblemente morir. Existe un vasto potencial no explotado que puede ser desbloqueado si se destinan más recursos para la lucha contra la tuberculosis. Sin embargo, la enfermedad infecciosa más mortífera del mundo en este momento recibe una miserable suma de 1.500 millones de dólares en fondos para el desarrollo, es decir, 1.000 millones de dólares menos que la suma gastada en la lucha contra el paludismo y una sexta parte de la suma gastada en la lucha contra el VIH/sida.
Incluyendo el gasto interno de los países más pobres, el año pasado se gastaron alrededor de 6.900 millones de dólares en la tuberculosis. Sin embargo, de acuerdo con la Stop TB Partnership, necesitamos casi duplicar el gasto para el año 2020 a 13.000 millones de dólares al año para terminar con la tuberculosis.
Un aumento de 5.400 millones de dólares es menos del 4% del gasto mundial en desarrollo. Estados Unidos gasta tres veces más solo en regalos para el Día del Padre.
La consideración de los líderes mundiales es un primer paso excelente. Pero tanto desde el punto de vista moral como económico, necesitamos seguir con pasos concretos y financiación que finalmente pongan fin a la pesada carga de la tuberculosis.