Berit Knudsen
Para Lampadia
Los movimientos clandestinos del golpista, expresidente Pedro Castillo, dentro y fuera de palacio se iniciaron el primer día de su gobierno y siguieron a pesar de las alertas de la Contraloría.
Luego del destape de la “Casa de Sarratea”, a principios de 2022 se descubre el “Gabinete en la sombra”, surgiendo nombres como el de Abel Cabrera, Salatiel Marrufo, Auner Vásquez, Biberto Castillo y Alejandro Sánchez, dueño de Sarratea.
Nada alteraba al inmutable presidente del sombrero, quien avanzaba con sus planes para copar el Estado, mintiendo con descaro. Su agenda cumplía con cada ingrediente de la fórmula de Fidel Castro para copar Venezuela; pero irónicamente, su torpe estilo le jugaba a favor dejando lugar a dudas.
En diciembre de 2021 es nombrado embajador de Cuba en el Perú el alto comisionado de inteligencia Carlos Rafael Zamora y una de sus primeras acciones fue reunirse con Castillo. “Vengo con el mandato de fortalecer las tradicionales relaciones de amistad y cooperación que caracterizan los vínculos entre nuestros pueblos”, comentó. Bastante preciso ya que desde los años 60, los principales centros de inteligencia cubana en Latinoamérica fueron México y Perú. Las audiencias continuaron con reiteradas visitas a Aníbal Torres en la PCM, Roberto Sánchez en Mincetur, Alejandro Salas en el Ministerio de Cultura, entre otros tantos encuentros.
En abril de 2022 se descubre una oficina de la Dirección de Inteligencia, junto al despacho presidencial, donde Henry Shimabukuro actuaba como enlace oficial de la DINI con Palacio de Gobierno. Shimabukuro ya había sido sindicado como miembro del “Gabinete en la Sombra” y además influyó en el ilegal toque de queda del 5 de abril. En octubre fue interpelado por la fiscalía, quien concluyó que esa oficina buscaría encubrir informantes que vincularan a Pedro Castillo con la corrupción.
En octubre de 2022 se desata un escándalo con la visita de Carlos Zamora a Willy Huertas, titular del Ministerio del Interior, con la excusa de “intercambiar experiencias sobre estrategias de ambos países”.
Es evidente que Pedro Castillo, sindicalista básico, no pudo haber planeado estas intrigas de espías sin alguna fuente de inspiración.
Pero resulta difícil creer que los cubanos estuvieran involucrados en maniobras tan torpemente planeadas, a juzgar por la avalancha de errores cometidos, desde la visita a la feria de soluciones tecnológicas en Panamá para adquirir equipos de interceptación de comunicaciones; descuidos de “El Español” y sus secuaces dejándose filmar en lugares públicos por cámaras visibles, equívocos imposibles de ser cometidos por un servicio de inteligencia profesional.
El hecho es que José Hernández, alias “el Español” fue detenido el 8 de marzo y 13 días más tarde fue liberado, a pesar de la investigación por presuntos delitos de organización criminal y sicariato en agravio de la fiscal de la Nación, Patricia Benavides; la fiscal Marita Barreto; el coronel PNP Harvey Colchado; el conductor de TV Phillip Butters, entre otros.
El oficial de la marina en retiro, Carlos Barba, logró infiltrarse en la organización como agente encubierto, ganándose la confianza de Pedro Castillo, quien le ofreció la jefatura de la DINI y la formación de un equipo de contrainteligencia; además, hizo posible la captura de “El Español”, evidenció la participación del congresista –de la Comisión de Inteligencia– Luis Cordero de Fuerza Popular y fueron delatados 3 altos mandos de la Policía y un ex jefe de la Digimin como parte de la organización criminal.
Tendremos que agradecer la torpeza de Castillo eternamente. A pesar de haber contado con todo tipo de colaboradores, por convicción, comprando voluntades y hasta por extorsión; su ambición, sumada a su ineptitud lo llevaron tras las rejas más pronto de lo esperado y sus cómplices siguen cayendo en cascada. Lampadia