Entrevista a Axel Kaizer
Expreso, 23 de octubre del 2025
Cristina Luna
América Latina vive un punto de inflexión: crece el rechazo al populismo y resurge el interés por la libertad económica, impulsado por líderes como Javier Milei. El desafío común es reducir el tamaño del Estado y desmontar el mercantilismo.
Perú necesita encontrar una versión local de Milei, con la capacidad de desafiar los intereses enquistados, reducir el peso del Estado y devolverle al ciudadano la confianza en la libertad y la responsabilidad individual.
¿Desde afuera cómo vez al Perú?
A pesar de su inestabilidad política crónica, el Perú mantiene una economía resistente gracias al buen manejo del Banco Central y la estabilidad macroeconómica. Sin embargo, esa inestabilidad impide avanzar en las reformas profundas que permitirían un verdadero desarrollo.
¿Acabó la ola populista de izquierda o estamos volviendo hacia la derecha en América Latina?
Estamos en un momento histórico decisivo. América Latina, tras años de frustraciones, puede comenzar una nueva etapa de prosperidad si logra consolidar este cambio cultural que ya se percibe. Cada vez más personas entienden que el socialismo no solo no funciona, sino que además destruye las bases de la convivencia, la confianza y el mérito. Aun así, sigue existiendo una masa importante que confía en el Estado paternalista, lo cual mantiene vivo el riesgo del populismo.
Lo que diferencia este momento de otros es que las nuevas generaciones están expuestas a más información y a referentes globales gracias a las redes sociales. Figuras como Javier Milei, o incluso el trabajo que hacemos algunos desde Chile, han ayudado a difundir ideas de libertad individual, libre mercado y responsabilidad personal. Plataformas como YouTube o TikTok han permitido romper los monopolios ideológicos tradicionales de los medios y las universidades.
¿Gobiernos de derecha son la solución?
Esto no significa que la derecha vaya a gobernar siempre, sino que cuando gobierne la izquierda, ya no podrá hacerlo desde el radicalismo. La gente empieza a entender que el progreso depende de de la libertad y que el camino contrario lleva al desastre.
Argentina es hoy el laboratorio de este cambio. Si a Milei le va bien y todo indica que así será, porque cuenta con el respaldo de Estados Unidos y de una ciudadanía que entendió la magnitud del problema, eso marcará un antes y un después en la región. Habrá un efecto de contagio. No será sencillo ni inmediato, pero estamos viendo el fin del ciclo del socialismo del siglo XXI que comenzó tras la caída del Muro de Berlín. Es el inicio de una etapa donde las ideas de la libertad tienen la oportunidad. de recuperar espacio y credibilidad en América Latina.
¿Cómo combatir un Estado obeso sin caer en el caos político que hoy vivimos?
El problema del Estado obeso no es exclusivo del Perú, aunque aquí se siente con particular intensidad. Es un fenómeno global: en América Latina somos los peores ejemplos, pero Europa también vive un estancamiento económico vergonzoso basta ver a Alemania, que se está desindustrializando y Estados Unidos enfrenta una crisis de deuda colosal. En todos los casos, el patrón es el mismo: una red de grupos de interés que dependen del aparato estatal y bloquean cualquier intento de cambio.
Estos grupos conforman lo que Milton Friedman llamó el «triángulo de hierro»: una alianza entre burócratas, políticos y beneficiarios de subsidios o contratos públicos que viven del Estado y no quieren. perder sus privilegios. Por eso, aunque la ciudadanía pida eficiencia, los cambios no prosperan: el sistema se defiende a sí mismo.
¿Cómo lograr esos cambios?
Para romper ese círculo vicioso se necesitan dos cosas. Primero, líderes con una voluntad política enorme, como Javier Milei en Argentina, capaces de desafiar al establishment con claridad moral y coherencia. Segundo, una transformación cultural que respalde a esos líderes, porque ningún reformador puede enfrentar solo a una estructura tan enquistada.
Perú necesita encontrar a alguien con la fuerza y convicción necesarias para liderar ese proceso: una versión local de Milei, con la capacidad de desafiar los Intereses enquistados, reducir el peso del Estado y devolverle al ciudadano la confianza en la libertad y la responsabilidad individual. Estará por verse qué tan profunda es esta ola, pero vamos a avanzar en ese camino y creo que eso también va a ayudarle a Perú.
¿Vamos a sentir la ola de derecha a este lado de los Andes? ¿Qué sucederá en Chile?
Es probable que así sea. En Chile tendremos elecciones este año y todo indica que la derecha ganará. Eso nos permitirá implementar reformas pro libertad y pro mercado, aunque aún está por verse cuán profundas serán. De cualquier modo, ese cambio beneficiará también al Perú, porque los procesos en la región son interdependientes: lo que ocurre en un país termina influyendo en sus vecinos.
Creo que Colombia vivirá algo similar el próximo año. No veo que alguien del entorno de Petro cuyo gobierno ha sido una catástrofe tenga posibilidades de continuar en el poder. En Brasil, en cambio, Lula se mantiene más sólido, pero incluso allí las tensiones muestran que el modelo de gasto y control estatal tiene límites.
Estamos ante una tendencia regional. Los excesos del populismo han generado cansancio y desconfianza. Si a Milei le va bien en Argentina, y Chile consolida su giro hacia políticas de mercado, habrá un efecto dominó que impulse a otros países entre ellos el Perú a retomar la senda de la libertad económica, la inversión privada y el fortalecimiento institucional.
Incluso en Venezuela, donde el régimen de Maduro parece inamovible, ya se perciben señales de agotamiento. Estados Unidos está decidido a propiciar un cambio, y eso podría abrir una etapa de reconstrucción nacional basada en la libertad. Vale recordar que Venezuela fue, en 1970, el país número 14 en el índice global de libertad económica. Hoy es el último. Recuperar ese espíritu es posible, pero solo si América Latina entiende que sin libertad económica no hay desarrollo, ni justicia, ni futuro.
¿Cómo lograr que el consumidor se sienta protegido sin sacrificar las libertades económicas?
Hay que explicar muchas cosas a la ciudadanía porque se tiende a creer que cuando los politicos regulan, lo hacen para protegernos, y eso es falso. Los políticos son un grupo de interés más, y regulan en función de sus propios incentivos: mantener el poder, contentar a los grupos que los financian o sostienen políticamente. Muchas de las regulaciones sectoriales que se aprueban en nuestros países están influidas por los lobbies y por presiones de los mismos actores a los que se supone que deberían controlar.
Eso no es libre mercado: es mercantilismo, una forma de capitalismo de privilegios donde los que están dentro del sistema usan la regulación para impedir la competencia. La ciudadanía cree que esas normas la protegen, pero en realidad protegen a los grandes que ya están adentro y castigan a los nuevos que quieren entrar.
Por supuesto que en un sistema libre habrá errores, malas decisiones o incluso actos inmorales, porque somos humanos. Lo importante es que, cuando hay delitos, se sancione. Pero no se puede construir un sistema perfecto ni eliminar todo riesgo mediante regulación.
El exceso de normas, como ocurre en Perú, mata la iniciativa, el emprendimiento, el desarrollo y la creación de empleo. Se asfixia la economía con papeles y permisos que no previenen la corrupción porque los casos ocurren igual, pero sí destruyen el dinamismo y las oportunidades.
Ese es el daño invisible de la sobrerregulación: lo que no se ve. Cuando el Estado sube impuestos o multiplica requisitos, puede parecer que recauda más y que «protege» mejor, pero en realidad está frenando inversiones, destruyendo empleo y reduciendo salarios. Por eso, la verdadera protección al consumidor y al ciudadano se logra con instituciones justas, reglas claras y libertad económica. Allí donde hay más libertad, como en Suiza, Nueva Zelanda o Australia, hay también más prosperidad, más competencia y mejores estándares de protección. Esa es la lección que América Latina todavía tiene pendiente.
¿Entonces ese tipo de regulación responde más al mercantilismo que a la libertad?
Exactamente. Es una forma moderna de mercantilismo. Los políticos y los grandes grupos económicos se benefician mutuamente de las reglas que ellos mismos crean. El ciudadano común cree que esas regulaciones lo protegen, pero en realidad protegen a los que ya están dentro del sistema, impidiendo que haya competencia y cerrando la puerta a nuevos emprendedores.
Lo que ocurre es que la gente solo ve el efecto visible de una regulación, pero no ve el daño invisible que causa: todas las oportunidades de empleo, inversión e innovación que no llegan a existir por culpa de esa carga burocrática.
Ese fue justamente el motivo por el que escribí El Economista Callejero: para explicar que cada intervención estatal tiene un costo oculto. La gente observa lo que el Estado recauda y gasta, pero no percibe lo que deja de crearse cuando ese dinero no se invierte en el mercado. Cuando se suben impuestos o se aumentan los controles, el gobierno puede parecer más activo, pero en realidad está reduciendo la productividad, matando el emprendimiento y frenando el progreso.
La sobre regulación destruye el oxígeno de la economía. Es como si se intentara curar a un paciente asfixiándolo. Por eso, el gran desafío para nuestros países no es regular más, sino educar más: explicar que la verdadera protección viene de la libertad económica, de la competencia y del respeto a la ley, no de un Estado que interviene en todo. En los países desarrollados, en general, que funcionan bien, como Suiza, Nueva Zelanda y Australia, la gente entiende estas cosas más. Y por eso están en los primeros puestos de los índices de libertad económica. Nosotros tenemos que avanzar en la educación de la gente también en esto.
¿En Perú ves a alguna persona capaz de dar esa batalla?
Efectivamente, no hay todavía figuras de alto impacto dedicadas de lleno a esa tarea. En el Perú no se observan, al menos por ahora, intelectuales públicos o lideres culturales que cumplan ese rol de manera visible y sostenida, como lo hace Milei en Argentina o algunos de nosotros en otros países. Sin embargo, hay personas valiosas que podrían desarrollarse en esa línea.
Por ejemplo, Lucas Ghersi es un joven muy preparado, activo en el debate público; Adriana Tudela, desde la política, también hace un trabajo importante defendiendo ideas correctas. Pero aún falta que surjan líderes intelectuales dedicados al cien por ciento a la lucha de las ideas. Ghersi, por ejemplo, es abogado y tiene una carrera profesional que limita el tiempo que podría dedicar a esta causa.
Lo que se necesita es que el sector empresarial entienda la importancia de apoyar a estos perfiles y de financiar think tanks o centros de estudio dedicados exclusivamente a la batalla cultural. En Chile, por ejemplo, creamos la Fundación para el Progreso junto con un grupo de empresarios que comprendió que sin sostener las ideas de la libertad en el terreno cultural y educativo, tarde o temprano el país perdería su rumbo.
Esa es la clave: construir un «tercer sector» fuerte dentro de la sociedad civil, donde personas con talento y vocación puedan dedicarse a tiempo completo a la defensa de la libertad y el libre mercado, sin tener que elegir entre su sustento económico y su compromiso intelectual. Cuando eso ocurra en el Perú, podrán emerger líderes con impacto real en la opinión pública, capaces de cambiar el curso de las ideas y, con ellas, el rumbo del país.