Por: Anthony Laub
3 de Febrero del 2023
“Dina entró en pánico y ahora, vestida de rojo, reiteró elecciones al 2023 y propuso la reforma integral de la Constitución”.
Enfundada en un traje amarillo, que transmitía confianza en sí misma, un 7 de diciembre, Dina ingresó al Congreso con paso ceremonioso y pocas gesticulaciones para juramentar como la primera presidenta del Perú, por sucesión constitucional.
Juramentó hasta el 2026, como debiera ser, en cumplimiento del mandato constitucional. Sus socios de la izquierda retrógrada y asesina (IRA) Cerrón, la Vero, Bermejo y demás figuras del rojerío, inmediatamente, la condenaron, pidieron su renuncia y ejecutaron la profecía de Aníbal: “si cae Castillo, correrán ríos de sangre”. Allí están corriendo.
Ante la primera ola de esta asonada comunista, Dina, recula y pide elecciones para el 2024; creyendo que, con este acto, sus camaradas iban a cesar sus embates. Falló.
La segunda ola violentista vino tras el año nuevo y se presentó con una ira aún mayor. Quemaron vivo al S.O. Soncco y el rojerío ni pestañeó. Siguieron incendiando, bloqueando y atacando a la Policía y al país, mientras coreaban “Dina asesina, renuncia”. Los muertos son suyos.
Dina, ya no de amarillo sino de azul, volvió a flaquear y anunció elecciones para el 2023 pero que no podía hacer nada sobre el eterno pedido de la IRA: asamblea constituyente. La IRA no se aplacó, mantuvo su cerco y anunció la toma de Lima.
Dina entró en pánico y ahora, vestida de rojo, reiteró elecciones al 2023 y propuso la reforma integral de la Constitución. En una entrevista, afirmó estar a favor de una asamblea constituyente. Aún no renuncia…
¡Ay, Dina! Si hubieras entendido la frase de Churchill, cuánto nos hubieras ahorrado: Entre la guerra y el deshonor, elegiste el deshonor, y tienes la guerra.