Por: Anthony Laub
Perú21, 17 de Febrero del 2023
“Mario Vargas Llosa, es un inmortal de la Academia Francesa, entidad que por primera vez en su longeva historia admite a un hispanoparlante…”.
Arequipa es una tierra de contrastes, que engendra seres alimentados por el ardor de la lava y oxigenados por la lacerante luminosidad de su sempiterno cielo azul, destinados a la grandeza. Melgar, V.A. Belaunde, Bustamante y Rivero, Paulet o De Soto, lo confirman. Hoy, el más insigne es Mario Vargas Llosa.
Pero, así como Arequipa da vida a seres inmensos, a veces se indigesta y vomita a entes espantosos, virulentos y grotescos. El peor y más ruin fue Abimael y, más abajo, Montesinos; regurgita también a entes insignificantes pero bulliciosos como Jaime Quito.
Mario Vargas Llosa, es un inmortal de la Academia Francesa, entidad que por primera vez en su longeva historia admite a un hispanoparlante; más importante incluso, a un latinoamericano, y más aún, a un peruano y, ante todo, un arequipeño.
Podemos disentir sobre la vida e ideas de Vargas Llosa, pero no es discutible su grandeza y entereza intelectual que lo lleva a transitar por el verdadero y luminoso sendero reservado para aquellos que levitan sobre lo cotidiano y enrrumban al cénit, combatiendo con ideas y no asesinando.
Sirvan las ideas y principios basados en la libertad y el respeto que promueve Vargas Llosa, el arequipeño inmortal, las que guíen el desarrollo educativo, cultural y democrático del Perú y no esas trasnochadas ideas que nos gobiernan desde siempre y que personajillos mediocres como Castillo, Cerrón o la Vero alientan.
Arequipa está revuelta y no por los ideales democráticos y justicieros que revoluciones pasadas marcaron la ciudad. Sus hijos debemos inspirarnos en los paradigmas de grandes, como Vargas Llosa, para volver a ser el faro democrático y jurídico del Perú.