Por: Alfredo Bullard
Perú21, 30 de mayo de 2021
¿Sabe quién es Alejandra Ccahuana? Posiblemente no. Su familia ha estado en las noticias de la última semana. Seguro ha leído o escuchado su nombre. Pero es posible que no lo recuerde. Quizás no le prestó atención.
Alejandra perdió tres hijas (Marcelina, Carmen Rosa y Diane Ochoa Ccahuana) y dos nietas (Anyeli y Luana) en una noche, en el distrito de Vizcatán, provincia de Satipo, en el Vraem.
Ahora sí recuerda los detalles. Un grupo de desquiciados decidió, sin razón aparente, acribillarlas y calcinarlas. Lo hicieron sin el más mínimo remordimiento. En total hicieron lo mismo con 16 seres humanos. Pero en medio del revuelo, los 16 permanecen anónimos, al menos en nuestra memoria.
¿El motivo de la barbarie? Nadie lo sabe. Porque el que se da no puede ser entendido ni usando la razón ni si se cree en algo llamado humanidad.
En redes sociales las primeras reacciones son desconcertantes. La preocupación era más el significado político de la matanza que los nombres y las vidas de quienes ya no estaban. Lo espantoso de su muerte no era suficiente para cambiar el anonimato en el que vivieron. Lo trascendente parecía centrado en cuántos puntos la matanza movería las encuestas.
Estoy, como muchos, saturado (asqueado en realidad) de cómo se discute en las redes en estos tiempos. Pero dejar que las olas y resacas políticas arrastren los cuerpos de las víctimas de una orilla a otra para alimentar esperanzas o temores de resultados electorales, es inhumano. Y aquí nadie se salva, porque fanáticos de los dos bandos han usado cadáveres como argumento político.
¿Cuántos listones negros ha visto usted colgados en homenaje a la familia de Alejandra Ccahuana y el resto de las víctimas? ¿Cuántas instituciones, empresas o ciudadanos han colgado en sus redes o en sus solapas esos listones negros para expresar dolor compartido?
La barbarie debería, sin dubitación, unirnos. Debería gatillar la reacción unánime en contra. Debería, al menos en ese punto, disipar cualquier discrepancia. Y en esto no es suficiente el decir, de manera políticamente correcta, “lamentamos profundamente los hechos y expresamos la solidaridad con las familias de las víctimas”.
La no reacción a la barbarie nos hace tan bárbaros como sus causantes. Todorov decía: “No son bárbaros quienes no tienen buena educación o han leído poco, sino quienes niegan la plena humanidad de los demás”.
La polarización que vivimos nos enfrasca, tercamente, en negar la humanidad del contrincante. Y pretendemos, en la contienda, sacar provecho político de una matanza. Las balas no son las únicas herramientas que puede usar la barbarie. Las palabras, las ideas y los silencios pueden ser herramientas igualmente crueles y desalmadas.
¿Cree que a Alejandra Ccahuana le importe el resultado de las próximas elecciones? Pocas cosas pueden ser más efectivas en conseguir que te importe poco el futuro que perder un hijo. No quiero imaginarme el efecto de perder tres hijas y dos nietas. Quizás (y solo quizás) el sentimiento de compartir la pena, de solidarizarse con que se arranque la esperanza de manera tan brutal, pueda ayudar en algo no solo a ella, sino al país que también está herido.
Si le nace, si realmente le duele, cuelgue un listón negro en su solapa.