Por Alfonso Bustamante Canny
Perú 21, 05 de enero de 2022
Sin duda, tuve una niñez privilegiada. Nací y me crié en Arequipa. Pero como si eso no fuera suficiente, con padres que con amor y ejemplo inculcaron en mis hermanos y en mí valores de honestidad, orgullo por el trabajo, solidaridad, y empatía, los que siempre están presentes en nuestro actuar. Pero, ¿a qué viene este cuento?
Acabo de regresar de Arequipa con mi familia, a quienes hice un tour exprés por la ciudad, visitando las canteras de sillar, el museo y campanario de la catedral, la capilla de la Compañía y el monasterio de Santa Catalina, almuerzo de picantería y caminata por el Centro Histórico. Quedamos todos fascinados con la ciudad, sus monumentos históricos, su orden y limpieza.
Me quedé con ganas de enseñarles la Mansión del Fundador, casa solariega del fundador de Arequipa, don Garcí Manuel de Carbajal, en Huasacache, de cuya restauración fui testigo de excepción, por haber estado a cargo de familiares quienes adquirieron la propiedad para contribuir con el embellecimiento de la ciudad.
Pasamos una semana en Mejía, un pueblito costero de la provincia de Islay donde, al igual que mi padre y mi abuelo, pasé todos los veranos de mi infancia y juventud. Es un lugar mágico de casitas de madera, con mar frío, olas grandes y personajes de cuento, como mi amigo de infancia Jorge Rojas, “el Cuervo”, quien de niño trabajaba para el municipio cobrando el parqueo frente a la playa y es hoy un próspero empresario y subprefecto de Mejía; también está Valeria Álvarez “la Valeria”, quien a los siete años comenzó a trabajar como telefonista en la única cabina telefónica a manivela de nuestro balneario y hoy es memoria histórica y eficiente administradora del Club Casino de Mejía o como Alberto Cruz, jardinero de la Chirisuya, quien, a sus 86 años y en perfecto estado de salud, me dice que nos ve como sus nietos.
Extrañé a la María Núñez y a su ayudante Encarnación “la Incacha”, quienes acogieron en su bodega como punto de encuentro a todas las generaciones de veraneantes por más de 80 años; también a Natividad Leiva de Medina “La Naty”, eximia cocinera que instaló la telefonía y fue tres veces alcaldesa de Mejía; y cómo no recordar a Manuel Valdivia Alemán “El Cuchuna”, quien se autoencomendó la labor de salvavidas, la que cumplió impecablemente, incluso después de una juerga de amanecida.
García Márquez debió inspirarse en Mejía para crear Macondo.