Por: Alfonso Bustamante Canny
Perú21, 27 de octubre de 2021
América Latina es una región joven, pujante y con ganas de superación; sin embargo, en ella reina la improvisación y aversión al cumplimiento de las reglas. Esto aplica al ciudadano de a pie igual que al que gobierna y, como consecuencia, sus instituciones son débiles y el crecimiento económico es irregular e impredecible.
Sus ciudadanos eligen a gobernantes populistas, quienes prometen acabar con la pobreza, usualmente a costa de acabar con los ricos. Una vez en el poder, el populista se enfrenta a la realidad y es cuando le toca decidir: hacer sus tareas o seguir con el cuento.
Los gobernantes populistas que deciden hacer sus tareas se instruyen y buscan ayuda de “expertos” sectoriales y trazan, apresuradamente y sin convicción, un nuevo plan de gobierno sin capacidad de ejecución y obtienen resultados deficientes.
Los que deciden seguir con el cuento populista encuentran en la corrupción al gran aliado de sus mentiras, e inician un proceso de inversión pública ausente de controles que le permiten corromper y enriquecerse dolosamente a costa de los más pobres, quienes ven postergados sus derechos elementales.
Así, en Latinoamérica, la curva de bienestar es una línea ligeramente ascendiente con altibajos, cargándose a su paso las ilusiones y expectativas del elector, cuya frustración lo llevará a probar suerte con el siguiente candidato populista.
Raros son los casos como el presidente Guillermo Lasso de Ecuador, quien compromete a funcionarios del sector público y privado en su lucha contra la pobreza, a servir a la patria a través un gabinete profesional y motivado. No demoró en contratar a una de las consultoras más prestigiosas del mundo para diseñar políticas públicas atractivas a la inversión, y para mediados de noviembre ha convocado a inversionistas de clase mundial en un foro llamado “Ecuador: Open for Business”.
Ecuador tiene hambre de inversiones, el presidente Lasso sabe que solo con inversión privada generará riqueza para su país. Me recuerda al Perú de la primera mitad de los 90.
Mientras tanto, por acá todavía estamos marcando la cancha en lo político, cuidando el Ejecutivo y el Legislativo de sus propias espaldas. ¿Qué se hace por los ciudadanos más pobres? ¿Qué pasa cuando se consume el bono de alivio? El peruano quiere trabajar y vivir con dignidad. Para eso tiene que haber inversión productiva. Amenazar con expropiar Camisea ahuyenta inversionistas privados.
Presidente, una miradita a Ecuador. Estamos a tiempo para enmendar el rumbo.