Alfonso Baella
Expreso, 9 de noviembre de 2016
La izquierda peruana ha conseguido por si o por interpósita persona victorias electorales y políticas importantes en los últimos años. Susana Villarán –como se dice, sin saber leer ni escribir– ganó en el 2010 una elección que puso a la izquierda de regreso en el Municipio de Lima; donde no estaba desde 1983 en que ganó con Alfonso Barrantes Lingán. Ollanta Humala y su esposa levantaron también esas banderas y ganaron, en el 2016, la elección nacional y accedieron al poder con enorme expectativa.
El discurso y la oferta de esa izquierda, en ambos momentos, fue el mismo: obras, inclusión, alivio de la pobreza, anticorrupción y transparencia. Sin embargo ambas gestiones se caracterizaron por no saber cómo gestionar, por hacer crecer la burocracia en base al clientelismo y al empleo de amigos, y por los escándalos de corrupción.
Esto viene a colación porque la actual izquierda peruana –esa que se ha instalado con 20 de 130 parlamentarios en el Congreso– dispara desde sus escaños a todo lo que se mueve, pontificando -como antaño- sobre gestión, sobre beneficio a los pobres, sobre honestidad y ahora también sobre el manejo de “la calle” en una suerte de innovación democrática. Como sus principales lideresas repiten: “si no nos hacen caso –si el Congreso no les da la razón a una fracción de esos 20 parlamentarios– haremos que nos escuchen sacando a la gente a protestar”. Y entonces su plan es ese: buscar cualquier buen pretexto para marchar por las calles de Lima, bien escoltados por una nube de periodistas dispuestos a cubrir en vivo y en directo no tanto la protesta sino la noticia entendida como parálisis del tráfico, destrozo de bienes públicos o agresión a la policía.
Así llegamos a la última marcha sobre la votación que se llevó a cabo hace dos semanas, en el Congreso, y que determinó que quien ganó la mayoría el 10 de abril ejerció su derecho de elegir a quienes irían dentro de los 3 cupos, de 7, que tiene para el BCR. A la izquierda no le gustó esa decisión y organizó una marcha para que el Congreso vote como ellos quieren. Su interpretación de la democracia señala que 20 mandan sobre 130 y , por lo tanto, sobre 30 millones de peruanos.
Más allá del derecho que les asiste –como a cualquier peruano– lo curioso es que nuestra zurda es renga. Coja de querer atribuirse virtudes cuando siempre exhibe un doble rasero. Para los enemigos políticos lo angosto, y para ellos y para quienes los financian lo ancho. Para los rivales no hay principio de inocencia y las investigaciones son sentencias condenatorias mientras que para ellos –los zurdos– aun cuando se les encuentre con las manos en las lentejas o en las agendas la justicia está vendida. Por eso ojalá que los jóvenes convocados a marchar sepan bien si van por un ideal –siempre plausible– o de bastón de políticos cojos de moral y de vergüenza.