Por: Alejandro Falla
El Comercio, 4 de setiembre de 2019
El Comercio, 4 de setiembre de 2019
Un vecino de barrio muy querido –un integrante más de mi familia– acaba de iniciar una batalla en el Poder Judicial contra su antiguo empleador. Le deben plata. Tiene más de 80 años. Gastará dinero y felicidad en trámites y abogados. Le pondrá mucho empeño.
Pese a eso, la probabilidad de que vea en vida el resultado del juicio (bueno o malo) es muy baja. Los procesos judiciales pueden durar toda una vida o más que eso. Así es nuestra justicia. Ineficiente, costosa e indolente.
De eso trata “Justicia de papel”, documental producido por El Comercio. Debieran verlo (está en You Tube). Nos saca de la telenovela judicial que vemos en la tele, esa que está llena de villanos terribles y superhéroes donde la justicia “parece” funcionar de manera eficiente. El documental nos vuelve a la realidad.
Es la historia de los expedientes judiciales y de las vidas que se consumen a su alrededor. Rumas de papel que se acumulan por años. Colas desde las 6 a.m. en las afueras de un local judicial para lograr ser atendido. Idas y venidas a locales judiciales solo para indagar por una resolución que nunca sale.
Y claro, el pago de S/10 o S/15 al auxiliar para que el escrito avance de escritorio en escritorio. Todo esto en medio de un escenario lleno de limitaciones y estrecheces, donde tener una silla para hacer tu trabajo ¡parece un lujo! Es difícil encontrar responsables de la ineficiencia y demora de los procesos. Todos parecen víctimas del sistema.
Desde que tengo uso de razón, los gobiernos le han corrido al problema. Las reformas de la justicia han consistido simplemente en intentar sacarle cosas al Poder Judicial (a través del arbitraje, o la creación de organismos reguladores e Indecopi). Ilusos. Hasta el laudo arbitral más pintado puede terminar en revisión en el Poder Judicial.
Este gobierno, que va de salida por voluntad propia, pasará a la historia por haber hecho una “reforma de papel” o, lo que es lo mismo, por no haber hecho nada. Su gran reforma –la creación de la Junta Nacional de Justicia– murió el día en que nació.
La batalla no está perdida. Hay esfuerzos que se vienen haciendo desde el Poder Judicial. La implementación del expediente digital es uno de ellos.
No hay necesidad de hacer colas para presentar escritos. Los escritos ya no van de mano en mano, con lo que no hay necesidad de “engrasar manos” para lograr que se muevan.
Los tiempos muertos de los papeles en los escritorios se eliminan. La implementación de la oralidad en los procesos civiles es otra. Haría bien el Gobierno en apoyar este tipo de iniciativas.
Si bien son menos glamorosas, parecen más efectivas para mejorar el servicio. Mejor una justicia sin papel que una reforma de papel.