Aldo Maríategui
Perú21, 7 de julio del 2025
“De su profesionalismo se ha escrito mucho. Maltratado injustamente por el fujimorismo y el toledismo, Dios le recompensó con la cancillería más larga en la historia peruana (2006-11)’’.
Voy a echar mucho de menos a Joselo García Belaunde. Ya lo había tratado en Lima, pero frecuentándolo en Madrid recién calibré y gocé en toda su dimensión su intelecto, cultura, tolerancia y esa fina ironía limeña tan de Ricardo Palma, pues Joselo con una frase ingeniosa o comentario gracioso podía cerrar un debate o dejar indefenso a su interlocutor.
Llegué aquí cuando era todavía embajador y en varias recepciones me asombró la convocatoria local que tenía. Chifero, me mostró siempre buenos restaurantes chinos, mientras que yo lo llevé al fútbol (donde me contó que fue guardavallas por su estatura). Joselo había encontrado en Eva a su media naranja perfecta y era muy feliz, hasta que desafortunadamente el hado lo maltrató. Me es imposible pensar que Joselo hubiera encontrado a una mejor pareja que Eva para sobrellevar el infausto mal que lo atacó.
Joselo era el resultado de una casa ejemplar, con un padre como Domingo, que fue una eminencia jurídica (y, lamentablemente, víctima del terrorismo), y una madre que le inculcó esa preocupación y amor por el Perú que tienen todos los Belaunde. Tuvo también a dos hermanos destacados, como Vitocho (político de polendas y muy hábil empresario) y Domingo (el mejor constitucionalista vivo del Perú).
De su profesionalismo se ha escrito mucho. Maltratado injustamente por el fujimorismo y el toledismo, Dios lo recompensó con la cancillería más larga en la historia peruana (2006-11), igualando a Solf y Muro (1939-44). Allí fue el arquitecto de la liberal Alianza del Pacífico para contrarrestar al Unasur chavista-lulista y logró una victoria arbitral oceánica sobre Chile, además de concluir el trabajoso TLC con EE.UU.
Pero siempre creeré que su mayor logró fue romper definitivamente el añejo Eje Quito-Santiago al conseguir que Ecuador reconozca una frontera marítima recta contra la agenda chilena. Para cerrar, quiero recalcar su lealtad. Al contrario que su colega Allan Wagner, jamás abandonó a Alan García en sus peores horas.