Aldo Mariátegui
Perú21, 8 de agosto del 2025
“Toda esta crisis nos ha recordado que ese rincón fronterizo del Perú existe y la mejor reacción que el Gobierno podría tener es ejecutar un rápido y vasto plan de obras públicas…”.
La primera vez que escuché hablar de Santa Rosa de Loreto fue cuando era universitario. Unos condiscípulos habían decidido recorrer Brasil para acabar en el festival “Rock en Río” y habían escogido entrar por Tabatinga, en la triple frontera del trapecio. Al regreso, narraron todas sus peripecias y cuando se refirieron a esa zona, contaron que la brasileña Tabatinga les sorprendió por su relativo desarrollo. La colombiana Leticia era menos avanzada, pero con todo bastante superior a la muy abandonada peruana Santa Rosa.
Han pasado cuarenta años y esa situación es absolutamente igual. Hoy la siempre más desarrollada Tabatinga tiene 70 mil habitantes y hasta un aeropuerto, frente a cerca de la mitad de almas en la colombiana Leticia (que tiene un campus universitario y también un aeropuerto) y los 6 mil peruanos de Santa Rosa/Chinería.
Toda esta crisis nos ha recordado que ese rincón fronterizo del Perú existe y la mejor reacción que el Gobierno podría tener es ejecutar un rápido y vasto plan de obras públicas para que Santa Rosa salga de su atraso (ni agua potable tiene, lo que es una ironía estando a las orillas del Amazonas), que el desarrollo es la mejor defensa de cualquier frontera. Si se quiere velocidad, pues pongamos al Ejército en esa tarea, que básicamente hay que solucionar ya lo del agua y saneamiento, así como por lo menos asfaltar, mejorar el colegio y montar un hospital pequeño.
También la FAP podría subsidiar algún servicio periódico de hidroavión hacia Iquitos para la población, pues hacer un aeropuerto no tiene sentido allí, como la Marina otro de hovercraft. Asimismo, instalar una oficina pequeña del Banco de la Nación para proveer de soles a la población y que dejen de depender tanto del real brasileño. Acciones similares habría que hacer en La Yarada/Los Palos (frontera con Chile), en Desaguadero (con Bolivia) y Aguas Verdes (con Ecuador). Fortalecer las fronteras y ganar respeto va mucho más allá de izar banderitas y cantar el himno.