Por: Aldo Mariátegui
Perú21, 1 de junio de 2021
Comentemos el reciente debate presidencial. En cuanto a forma, me pareció nefasto: tedioso, antiguo, largo, formalista, excesivamente académico. Ese formato mataba toda la pasión y la gimnasia políticas que también debe tener uno de estos encuentros. Todo era soporífero: la estructura, lo dilatado en tiempo, la escenografía, los colores, los moderadores en verbo, esos absurdos videos que no venían a cuento…
En el fondo, la diferencia fue abismal entre los contendientes. Castillo es un hombre muy básico (por usar un adjetivo “políticamente correcto” y evitar que después mi amigo Gustavo Rodríguez me escriba una gemebunda elucubración sociológica/étnica de esas que repite tanto) y que ya sea profesor público nos demuestra el bajísimo nivel de nuestra educación. Incluso parecía dopado con tranquilizantes. Keiko estuvo infinitamente superior, aunque es muy fría y no sabe noquear. Tuvo varias ocasiones para ese K.O., pero solo ganó –holgadamente– por puntos. Pero si La República afirmó ayer que el debate terminó en empate, entonces el resultado ha sido una goleada de Keiko (le pondría un 3-0, que bien pudo acabar 5-0).
Este debate fue para convencer a los indecisos y no a los fans ya declarados de cada uno. Los castillistas ya están cerrados con su candidato por más deficiente que este sea, ya sea por antifujimorismo, ya sea por un cambio (suicida con los comunistas), ya sea por identificación (los viejos decían que si hubiera elecciones en la chacra, el burro siempre votaría por otro burro antes que por el caballo, porque el otro borrico rebuzna igual que él). En esa labor de atraer indecisos, Keiko fue la vencedora clara en el debate.
PD.: Todo peruano que tenga parientes afuera debe presionarles al máximo para que vayan a votar, como sea. Si no, terminarán mandando más remesas y alojando parientes refugiados. Ese casi millón de votos puede salvar al Perú del comunismo.