La gran feria gastronómica del Perú nos ha llenado la imaginación, la vista y el paladar por muchos años desde su creación. Lamentablemente, hoy más que un placer, asistir a Mistura es una gran frustración. Así podemos concluir de las afirmaciones de Ignacio Medina publicado en El País de España, artículo que presentamos líneas abajo y del testimonio de un turista amigo de la casa.
Lo peor al respecto, es que así como su prestigio creció como la espuma, basado en realidades palpables y verificables de calidad, hoy, éste puede esfumarse para siempre, pues la oferta de Mistura es cualquier cosa, menos una representación cercana de la calidad de la gastronomía peruana.
La historia del turista, conocedor del Perú, es de espanto. Veamos:
- Nuestro amigo tomó un taxi en Miraflores, bajaron a la Costa Verde por el mercado de San Isidro.
- Para apearse en alguna puerta, tuvieron que avanzar kilómetros para dar la vuelta.
- El taxista le indicó que habían muchas puertas (como 12) y que tal vez le convenía bajarse al medio.
- Paró en la 6, luego decidieron que se bajara en la 7.
- Para sorpresa del turista, una persona de más de 70 años, la puerta 7 era solo para los congresistas.
- Resulta que los accesos eran solo por los extremos y tuvo que caminar hasta la puerta norte.
- Para entrar había que ir en dirección al mar, se presentó en la puerta, pero no podía entrar. No tenía entrada.
- Para conseguirla tuvo que caminar de regreso y buscar un stand en la playa de estacionamiento de vehículos. Cola y demoras para poder comprar la entrada.
- De regreso a la puerta norte, tuvo que sentarse a descansar, pues ya estaba agotado y molesto.
- Cuando finalmente entra al recinto ferial ve un quiosco de cervezas. Presuroso se acerca a comprar una. Imposible, no tenía los tickets para las compras.
- Tuvo que avanzar hacia el sur a buscar los tickets.
- La cola de adulto mayor rebosaba de gente y una de dos ventanillas estaba cerrada.
- Finalmente regresó por su cerveza y se sentó a descansar.
- Luego empezó a buscar la zona de comida de restaurantes conocidos para él. No estaba ninguno, o no los encontró.
- Esta edición de Mistura era otra cosa. Muchos quioscos, puestitos, etc., cosas ricas, pero lejos de representar a uno de los íconos de la gastronomía global.
- Todo esto en medio de un terral. Conseguir una mesa para comer era imposible, no habían suficientes. Las instalaciones estaban desperdigadas en un espacio desordenado y nada amigable.
- Los precios eran probablemente más altos de los que cobraban los quioscos en sus locales fijos.
- En resumen, una oferta muy poco amigable, mal señalizada y sucia a la vista. Sin instalaciones de agua para quioscos que venden comida. Sin mesas suficientes, que además estaban agolpadas en canchones. Un desastre al que no habría que volver.
Si pues, parece que Mistura agoniza de verdad. Una lástima. Una muy buena idea y realización, ahora es manejada por Apega, que se supone representa lo mejor de la oferta gastronómica peruana, pero hoy hace exactamente lo contrario.
Apega, ¿representa a Gastón Acurio, James Berckemeyer, Renzo Garibaldi, a Virgilio Martinez, Rafael Osterling, Jaime Pesaque, a Rafael Piqueras, Arturo Rubio, Humberto Sato, Pedro Miguel Schiaffino, a Mitsuharu Tsumura, Oscar Velarde y Javier Wong, entre otros grandes cocineros y empresarios de la gastronomía? No parece. En consecuencia, o toman el control, o marcan distancia públicamente y le dan los santos oleos a Mistura. Veamos la nota de El País de España:
La agonía de una gran feria
Víctima de su propia ambición y el aislamiento generado por sus gestores, Mistura languidece
El País de España
Ignacio Medina
9 de setiembre, 2016
Evento de la feria gastronómica Mistura en la ciudad de Lima. GERMÁN FALCÓN
Mistura se apaga. La gran feria culinaria que entronizó la cocina peruana cumple su novena edición en medio de un declive que se antoja imparable. Sin apenas patrocinadores, con un considerable descenso en el número de expositores, lagunas en sus instalaciones y una distancia cada día mayor del ciudadano, la hasta cuatro años gran feria gastronómica de Latinoamérica languidece víctima de su propia ambición y el aislamiento generado por sus gestores.
Desde su nacimiento hace nueve años —aquella primera edición se celebró bajo el nombre Perú Mucho Gusto—, Mistura lo ha sido todo, o casi todo, para la cocina peruana. El espacio que acercó la gastronomía a quienes apenas tenían la posibilidad de ocupar mesa en un restaurante y el que puso en valor muchos de los productos que definen la despensa del país, el escaparate público de lo que se dio en llamar el boom de la gastronomía peruana y la ventana que la mostraba al mundo, el punto de encuentro de la alta cocina con las formas más populares y la catapulta de la cocina peruana hacia el estrellato. Durante los primeros seis años, Mistura escenificó la mayor fiesta culinaria conocida en el continente americano; un espacio para reivindicar, celebrar y compartir que nadie ha logrado replicar en ningún otro lugar.
El espacio acercó la gastronomía a quienes apenas tenían la posibilidad de ocupar mesa en un restaurante
Es muy difícil entender el fenómeno gastronómico peruano sin tener Mistura como una de las referencias fijas de la ecuación. La feria ideada y financiada por Gastón Acurio en 2008 apenas duró tres días y acogió a 30.000 visitantes. Sólo una minúscula parte de lo que acabó siendo, ya en manos de la Asociación Peruana de Gastronomía (Apega), impulsada por el propio Acurio. Transformada ya en Mistura, la feria fue creciendo hasta llegar a los actuales 11 días de duración y anunciar un récord de 506.531 visitantes en la edición de 2012. La ansiedad con que afrontó el desafío del crecimiento, adobada por unos toques de delirio de grandeza, acabó convirtiendo Mistura en una trampa de la que Apega y la propia feria nunca supieron ni quisieron escapar. El traslado al actual emplazamiento en la Costa Verde permitió cumplir todos los sueños y llegado 2013 Mistura se hizo definitivamente grande. Demasiado grande.
Las 11 hectáreas que acabó ocupando —los directivos de Apega buscaban un espacio de 25 hectáreas— no se correspondieron con un aumento del número de visitantes, que se vio notablemente mermado (declararon 387.000). La superficie ha ido menguando desde entonces al mismo ritmo que el número de visitantes y expositores. Pocos confían en que la cifra de 400.000 asistentes anunciada en la pasada edición sea real. Todo ha cambiado, hasta el carácter de la feria. Según estudios realizados por los organizadores, las principales motivaciones de los asistentes a Mistura son hoy los conciertos que se celebran al caer el sol y la asistencia al mercado de productores. Nada que ver con las primeras ediciones, cuando las colas se instalaban desde primera hora de la mañana frente a los restaurantes y los puestos de comida ambulante. Como hace un año, la falta de público ha sido una constante durante los primeros cinco días de Mistura, con la única excepción del domingo. La paradoja se muestra en la encuesta publicada por el diario El Comercio con motivo de las fiestas patrias. El 33% de los peruanos entienden que Mistura es la marca que mejor representa al país.
Con Gastón Acurio y el resto de los miembros de la alta cocina limeña definitivamente alejados de Apega, se cerró también la puerta a la llegada de los grandes cocineros y los periodistas internacionales que habían catapultado la imagen de la feria. En parte invitados por el propio Gastón y en parte por Promperú —el organismo encargado de la promoción turística del país, que ha reducido drásticamente su apuesta por la gastronomía peruana en los dos últimos años—, unos y otros han brillado por su ausencia en las últimas ediciones. Huérfana de estrellas de relumbrón y promotores internacionales, Mistura también se ha ido quedando sin patrocinadores. Unos se alejan de la gastronomía como activo promocional —el tirón de la cocina mengua poco a poco en el Perú— y otros lo hacen de Mistura empujados por el trato caprichoso de los organizadores.