Alberto Barrera Tyszka. Nació en Caracas el 18 de febrero de 1960. Es un escritor versátil y su producción es prolífica: novelas, libros de cuentos, poemarios, libros de no ficción y hasta guiones de telenovelas.
Reconocido escritor –ganador del premio Herralde de novela en 2006–, poeta y guionista de telenovelas, el venezolano Alberto Barrera Tyszka cree que ahora los culebrones se escriben desde el gobierno chavista. Una casi siente nostalgia de ese país artificial de Cristales y Topacios que ha cedido su lugar a otro en el que las “mises” son asesinadas a tiros y los estudiantes advierten a sus madres que van a morir por Venezuela. “La ley y la autocensura impiden que la realidad aparezca hoy en las telenovelas venezolanas –dice Barrera desde Caracas. Todo está al revés. Los verdaderos guionistas de ficción están en el gobierno, escribiendo todo el día un libreto que dice que ellos son buenos y angelicales, y que la oposición y el imperio son unos villanos espantosos”.
Alberto, hay una especie de dialéctica perversa a la que algunos quieren reducir la situación de Venezuela: o estás con Maduro o estás con “la derecha”. ¿Qué es la derecha venezolana y a quiénes representa realmente?
Quizás habría que empezar justamente por aclarar que la “derecha” en Venezuela es una fórmula que usa el gobierno para descalificar a cualquiera que se le oponga. En rigor, la gran mayoría de la oposición es de centro. Incluso, hay una buena parte que viene o es de izquierda. Y, según las últimas elecciones presidenciales, aun con todas las dudas y críticas que haya, esa oposición representa a la mitad del país.
Para algunos hay una tercera vía, que sería la de los estudiantes que son la más firme oposición pero no se alinean con nada que huela a oligarquía… ¿Crees que tengan la capacidad organizativa como para convertirse en una alternativa real?
No creo que los estudiantes sean una “tercera vía”. Son parte del mismo malestar creciente que hay en varios sectores de la sociedad venezolana. Y es un malestar irregular, que tiene que ver con diferentes realidades, desde la inseguridad social hasta el colapso económico que se avecina (la inflación está en 56%), pasando por la impotencia ante un gobierno que controla todos los poderes, actúa de forma opaca e impune, insiste en imponer cosas que fueron rechazadas en el referendo del 2007… El gobierno se ha convertido en una experiencia asfixiante para muchos venezolanos. Los estudiantes son una expresión de esto.
Estamos también ante una guerra mediática en la que los medios oficialistas dicen una cosa, la prensa opositora dice otra e Internet hace lo suyo… ¿A dónde tiene que mirar el observador extranjero para hacerse una idea real de lo que ocurre en tu país?
Es muy difícil, no solo para el observador internacional sino también para cualquier venezolano común. Estamos, sobre todo, en una guerra mediática. Lamentablemente, es un proceso común en las sociedades muy polarizadas: lo primero que pierde la sociedad es la noción de una verdad común, compartida por todos. Quizás por eso Chávez siempre tuvo una hiperconciencia de la importancia de la comunicación. No en balde ahora el gobierno controla, de diferentes formas, casi totalmente el espectro mediático en Venezuela. Y en estos momentos, a través del suministro de papel, tiene en agonía a los principales periódicos críticos.
Tú escribiste una biografía de Hugo Chávez… ¿Hay algo de él en Maduro?
Chávez tenía carisma, enorme ambición de poder, ansia de posteridad. Maduro no tiene esas características. Él heredó el cargo. No sabemos ni siquiera si lo deseaba. Chávez creó una narrativa nueva, visibilizó la pobreza y le dio otra voz, resucitó un sueño nacional. Pero también diseñó un Estado a su medida, militarizó la sociedad y promovió un culto inmenso hacia su personalidad. Maduro conoce el guión, quiere ser fiel, pero no tiene ni el talento ni el dinero. A él le toca lo peor: gerenciar la crisis.
Si la de Chávez fue una revolución que luchó contra el lado más salvaje del capitalismo, ¿qué queda hoy de ella? ¿Qué rescatarías de la agenda bolivariana?
El chavismo puso en el centro de cualquier discusión nacional el tema de la pobreza. Le dio conciencia de protagonismo a los sectores populares. Hay programas sociales buenos, que ya están consolidados, que no van a desaparecer así cambie el gobierno. Pero eso también lo hicieron gobiernos anteriores. Quiero decir que, todavía, después de 15 años de supuesta “revolución”, la pobreza sigue siendo nuestra tragedia. Chávez democratizó la distribución de la renta petrolera dando ayuda social directa. Eso no está mal pero depende exclusivamente de tu flujo de dinero. Además intentó construir un modelo que terminó llevando a la quiebra al país. Hemos vivido 15 años como nuevos ricos que juegan infantilmente al socialismo. Mientras hubo dinero, todo fluyó muy bien. Ahora comienzan a aparecer las denuncias de corrupción, de mafias…Y los índices de pobreza vuelven a subir.
¿Crees que es posible que caiga Maduro sin la intervención de ningún poder extranjero abierto o en la sombra?
Para mí es muy difícil predecir cualquier salida. Los venezolanos llevamos demasiados años viviendo en el límite, esperando que algo estalle mañana. Aquí tienen grandes intereses Estados Unidos, Cuba, China, Irán…y de seguro, de distintas maneras, todos intervienen.
Pero no creo que tengamos una “invasión”. Tampoco creo que Maduro deje el poder, al menos por ahora. Pero obviamente su gobierno es frágil y debe enfrentar una crisis económica colosal.
Cuéntanos una novela sobre Venezuela, una con final feliz. ¿Qué tendría que ocurrir para un cese real de la violencia y la injusticia que ha convertido a Venezuela en un país tan roto?
Creo que la única salida que tiene el país es asumir su complejidad. Y eso pasa por el difícil tránsito de desactivar la polarización; pasa por reconocer y aceptar al otro, por asumir la diversidad. Y en eso el gobierno tiene un papel fundamental. Mientras siga tratando de imponer su proyecto, no habrá paz en Venezuela.
Publicado en La República, 2 de marzo de 2014.