Pablo Bustamante Pardo
Expresidente de IPAE
Director de Lampadia
“Bill Gates explica cómo una alimentación adecuada de los niños puede transformar la salud mundial. El estómago influye en todos los aspectos de la salud humana, afirma el filántropo”
En su artículo en The Economist, Gates muestra que durante los primeros 20 años del siglo, hasta antes de la pandemia, el mundo aumentó sustancialmente su apoyo económico a los temas de salud. Pero luego de la misma, este apoyo decayó preocupantemente, y hace una invocación por recuperar el ‘auge mundial de la salud’.
Más allá del proceso global, el Perú enfrenta una situación muy grave en salud, que además se viene agravando constantemente. Su expresión más lacerante es la de la anemia infantil que hoy afecta al 43.6% de los niños menores de tres años. Y peor aún, afecta al 60% de los niños menores de año y medio.
Información de ‘Peruanos por Peruanos’, que con el apoyo del sector empresarial viene haciendo una campaña de comunicación empezando por Ica. Ver objetivos y logros:
Aprovechemos el artículo de Gates para reforzar nuestra convicción sobre la necesidad de avocarnos a superar esta gravísima realidad.
Nutrición
The Economist
Bill Gates
17 de septiembre de 2024
Traducido y glosado por Lampadia
Bill Gates es cofundador de Microsoft y copresidente de la Fundación Bill y Melinda Gates.
CUANDO los HISTORIADORES escriban sobre el primer cuarto del siglo XXI, podrían resumirlo de esta manera: 20 años de progreso sin precedentes seguidos de cinco años de estancamiento.
Esto es cierto en casi todos los temas en los que trabaja la Fundación Bill y Melinda Gates, desde la reducción de la pobreza hasta la matricula en la escuela primaria. Pero en ningún ámbito el contraste es más marcado o trágico que en el de la salud.
Entre 2000 y 2020, el mundo fue testigo de un auge mundial de la salud.
La mortalidad infantil se redujo en un 50%.
En 2000, más de 10 millones de niños morían cada año, y ahora esa cifra es inferior a 5 millones.
La prevalencia de las enfermedades infecciosas más letales del mundo también se redujo a la mitad.
Lo mejor de todo es que el progreso se estaba produciendo en regiones donde la carga de morbilidad había sido mayor.
El África subsahariana y el sur de Asia fueron los lugares donde más se avanzó.
Luego llegó el covid-19 y el progreso se detuvo abruptamente.
Hoy en día, el mundo se enfrenta a más desafíos que en cualquier otro momento de mi vida adulta: inflación, deuda, nuevas guerras. También se enfrenta a la peor crisis de salud infantil: la desnutrición.
Lamentablemente, la ayuda no está a la altura de estas necesidades, en particular en los lugares que más la necesitan.
Cuando un niño muere, la mitad de las veces la causa subyacente es la desnutrición. El cambio climático está empeorando la situación. Entre 2024 y 2050, unos 40 millones de niños más sufrirán retraso del crecimiento y 28 millones sufrirán emaciación como resultado del cambio climático, según nuevos datos del Instituto de Métricas y Evaluación de la Salud. Estas afecciones, las formas más agudas de desnutrición, implican que los niños no crezcan mental o físicamente hasta alcanzar su máximo potencial.
Las consecuencias sanitarias y económicas son catastróficas.
Un niño que ha sufrido desnutrición grave antes de los tres años completará cinco años menos de escolarización que un niño bien alimentado, y los estudios muestran que las personas que pasaron hambre durante su infancia ganan un 10% menos a lo largo de su vida y tienen un 33% menos de probabilidades de escapar de la pobreza.
Debemos invertir en la salud mundial para proteger a los niños de los peores efectos del hambre, mitigar los impactos del cambio climático y estimular el crecimiento económico. Y mirar al pasado puede brindar inspiración para reavivar el progreso.
El auge mundial de la salud tuvo muchas causas.
Una nueva generación de líderes políticos abrazó el humanitarismo. Cientos de miles de trabajadores de la salud se desplegaron por todo el mundo para llevar los medicamentos más modernos a lugares que los médicos rara vez habían visitado. Pero un factor que a menudo se pasa por alto fue un pequeño, pero crucial, aumento de la financiación.
A partir de 2000, los países más ricos del mundo comenzaron a aumentar de manera sostenida su financiación para complementar a los países de bajos ingresos a la vez que aumentaban sus propias inversiones en salud.
Durante los primeros 20 años del siglo, los países de la OCDE aumentaron de manera sostenida la ayuda exterior, que pasó de un promedio del 0.22% de su ingreso nacional bruto al 0.33% (los países más generosos aportaron alrededor del 1%).
En 2020, los países de bajos ingresos recibieron un promedio de 10.47 dólares por persona. No parece mucho, pero esos 10.47 dólares marcaron una diferencia notable.
Impulsaron el trabajo de organizaciones como Gavi, la Alianza para las Vacunas y el Fondo Mundial de Lucha contra el SIDA, la Tuberculosis y la Malaria, que dieron a los países más pobres acceso a vacunas, medicamentos y otros avances médicos que salvan vidas.
El impacto de esta generosidad fue asombroso, pero la obra aún no ha terminado. Hoy en día, más de la mitad de las muertes infantiles todavía se producen en el África subsahariana. Desde 2010, el porcentaje de pobres del mundo que viven en la región ha aumentado en más de 20 puntos, hasta llegar a casi el 60%. A pesar de ello, durante el mismo período, la proporción de la ayuda exterior total destinada a África ha disminuido de casi el 40% a sólo el 25%, el porcentaje más bajo en 20 años. Menos recursos significan que más niños morirán por causas evitables.
El auge mundial de la salud ha terminado, pero ¿por cuánto tiempo? Esa es la pregunta con la que he estado luchando durante los últimos cinco años.
¿Miraremos este período como el final de una era dorada?
¿O es solo un breve intermedio antes de que comience otro auge?
Sigo siendo optimista. Creo que podemos darle a la salud mundial una segunda oportunidad, incluso en un mundo en el que los desafíos en pugna exigen que los gobiernos estiren sus presupuestos. Para ello, necesitaremos un enfoque doble.
En primer lugar, el mundo tiene que volver a comprometerse con la labor que impulsó el progreso a principios de la década de 2000, especialmente las inversiones en vacunas y medicamentos cruciales, que siguen salvando millones de vidas cada año.
También tenemos que mirar hacia el futuro. El proceso de investigación y desarrollo está repleto de avances poderosos y sorprendentemente rentables. Tenemos que ponerlos en práctica para combatir las crisis de salud más generalizadas. Y eso empieza con una buena nutrición.
Uno de los pocos fracasos del boom mundial de la salud fue que no comprendimos la importancia de la nutrición.
Pero en los últimos 15 años, los médicos han comenzado a descubrir las formas en que el estómago influye en todos los aspectos de la salud humana. Si solucionamos la desnutrición, facilitaremos la solución de muchos otros problemas. Solucionaremos la pobreza extrema. Las vacunas serán más eficaces. Y enfermedades mortales como la malaria y la neumonía serán mucho menos letales.
Este conocimiento se está convirtiendo en innovaciones sorprendentemente rentables, como el caldo superfortificado y las vitaminas prenatales más eficaces. El impacto de ampliar estas innovaciones sería asombroso.
En Nigeria, los modelos muestran que fortificar los cubitos de caldo no sólo evitaría la anemia, sino que también evitaría más de 11,000 muertes por defectos congénitos del sistema nervioso central, conocidos como defectos del tubo neural.
Y si los países de ingresos bajos y medios adoptaran la forma más completa de vitaminas prenatales, denominadas Suplementos de Micronutrientes Múltiples, podrían salvarse casi medio millón de vidas para 2040.
El auge inicial de la salud mundial ha terminado. “¿Pero por cuánto tiempo?” es una pregunta que todavía está en manos de la humanidad determinar. Creo que podemos iniciar un segundo auge de la salud mundial si les damos a los niños los nutrientes que necesitan para prosperar. Lampadia