Recientemente el presidente del Banco Central de Reserva, Julio Velarde, manifestó su preocupación señalando que a partir del 2016 no existirían megaproyectos mineros en camino. ¿Qué significa esto? Que, en buena medida, los círculos virtuosos que nos han permitido crecer por encima del 6% anual y reducir la pobreza en tres puntos porcentuales cada año se pueden interrumpir.
Vale destacar que, en la última década, la minería con solo el 13.2% del PBI, ha generado el 60% de las exportaciones, ha aportado hasta el 40% de la recaudación del impuesto a la renta y ha explicado una buena parte del crecimiento de la inversión privada.
Gianfranco Castagnola, presidente ejecutivo de Apoyo Consultoría, afirma que el Perú ha desperdiciado la gran ventana de oportunidad que representaba el sector minero para atraer inversiones, porque “no hemos sido capaces de facilitar la inversión en proyectos relevantes”.
Para recuperar el tiempo perdido, recomendó “hacer un enfoque de largo plazo para ver qué hacemos para ser un país igual al que fuimos en los noventa o al comienzo de la década pasada, cuando estábamos en la parte alta del ranking mundial de condiciones favorables para la inversión minera y trabajar punto a punto para corregirlo desde ahora”.
Por su parte, César Peñaranda, el director ejecutivo del Instituto de Economía y Desarrollo Empresarial de la Cámara de Comercio de Lima (CCL), señaló que muchos megaproyectos se han congelado porque no hay un clima de negocios propicio para promover la inversión. Entre estos factores, mencionó, se encuentran la consulta previa, la corrupción, la ineficiencia del Estado, los complejos trámites para desarrollar las inversiones, barreras burocráticas y la inseguridad, entre otros factores. “Si el clima de negocios mejora, esta cartera (de proyectos demorados) puede comenzar a moverse y con ello tendríamos un ritmo de crecimiento interesante de la inversión que en los últimos años ha venido decreciendo”. Agregó, igualmente, que otro factor determinante de la situación actual son los conflictos socio-políticos y la debilidad del gobierno para enfrentarlos.
Castagnola recomendó, a quienes se oponen a la inversión minera, desterrar de una vez por todas, la creencia equivocada, de que el Perú está en una posición privilegiada y los inversionistas van a venir a tocarnos las puertas. “Hay muchísimos países mineros, desde los desarrollados como Canadá y Australia, hasta los regionales como Chile, México y todo el África. Es decir, competimos, las grandes inversiones de las compañías trasnacionales no se deciden en Lima, se deciden en los directorios de esas empresas donde se ve qué proyectos son los más atractivos”, explicó.
En cuanto a los proyectos por desarrollar, un reciente reporte de Scotiabank estimó la inversión de unos US$ 9,400 millones para el 2013, mientras que, para los próximos tres años, la inversión sería inferior porque “no hay nuevos proyectos”.
Entre los principales proyectos en cartera se encuentran Toromocho (Junín), que ya debe entrar en operación hacia finales de año, y Las Bambas (Apurímac), que después de la fusión entre Glencore y Xtrata ha sido puesto a la venta, quedando en veremos la oportunidad de su puesta en marcha.
El ejemplo emblemático de la parálisis de un gran proyecto, beneficioso para el país en su conjunto y, especialmente, para Cajamarca, es el de Conga. En este caso el país ha sufrido una afrenta que pocos gobiernos hubieran permitido en otras partes del globo. Se llegó a extremos de extorsión, manipulación y amenaza que no se supieron enfrentar (Ver Stalinismo en Cajamarca). Igualmente, el proyecto de Tía María sigue siendo objeto de un sabotaje político extremadamente radical. Por ejemplo, hace un par de semanas, un pequeño grupo de exaltados impidió el desarrollo de un evento convocado por la SADA (Sociedad Agrícola de Arequipa), en Cocachacra, impidiendo el uso de la palabra de los invitados. Esto sucedió a la vista y paciencia de la policía nacional.
En todo caso, la situación de las inversiones mineras no está para contemplaciones. Tenemos que lanzarnos a recuperar el tiempo perdido, solucionando todas las bombas de tiempo, para propiciar un clima de inversión adecuado, de lo contrario, tendremos que mirar resignados cómo el Perú pierde otra gran oportunidad.