En el 2013, el Presidente mexicano, Enrique Peña Nieto, y el Partido Revolucionario Institucional (PRI) impulsaron las reformas estructurales más significativas de dicho país en décadas. Las reformas educativas, de telecomunicaciones, bancarias, fiscales, políticas y energéticas están diseñadas para modernizar a México y convertirlo en un jugador global de primer orden.
Nada de esto hubiera sido posible si es que los partidos políticos de dicho país no hubiesen llegado a acuerdos históricos. Es por ello que tanto The Economist (ver cuadro más abajo de la edición del 23 de noviembre) como el prestigioso columnista de El Nuevo Herald, Andrés Oppenheimer, alaban este acto de madurez política.
“De todas las cosas que pasaron en Latinoamérica el 2013, lo que podría tener el impacto más positivo es el Pacto por México de los tres principales partidos políticos mexicanos”, asegura Oppenheimer. Un pacto que ha sido calificado por el presidente de la Comisión de Energía del Senado Mexicano, David Penchyna (cuyo artículo sobre el particular aparecido en el diario La Reforma de México reproducimos aquí), como “políticamente imposible”.
Que tres partidos antagónicos se hayan unido para aprobar reformas como la educativa que le arrebata el poder sobre la designación y contratación de maestros al todopoderoso sindicato de profesores mexicano, regule el mercado de las telecomunicaciones y sobre todo permita el ingreso de inversiones privadas al sector de hidrocarburos es casi un milagro de San Martín de Porres. Y todo conseguido a través del diálogo, la concertación e incluso el disenso, como bien señala Penchyna, al saludar la actitud abiertamente opositora (en especial a la última de la reformas) de la izquierda mexicana.
Cuanto bien le haría al Perú un pacto de esta naturaleza.