Jaime de Althaus
Para Lampadia
Luego de que el 7 de agosto entraran en vigor los “aranceles recíprocos” impuestos por Estados Unidos, Donald Trump escribió en su red social que en adelante miles de millones de dólares fluirán en aranceles a Estados Unidos. Pero la verdad es que esos dólares no vendrán de fuera, sino que serán pagados por las empresas y los consumidores norteamericanos vía el incremento de los precios de los insumos y productos importados. Ya hay muchas empresas en problemas según The Economist.
Eso de liberal no tiene nada. Por el contrario.
Con su “One Big Beautiful Bill Act” Trump ha incrementado el gasto público en lugar de reducirlo, y le está haciendo pagar esa diferencia a los norteamericanos con los aranceles que deben absorber pagando más por lo que consumen. Según las proyecciones del Congressional Budget Office (CBO) y de la Office of Management and Budget (OMB), aun con los ingresos adicionales por aranceles, el déficit fiscal de EE.UU. se mantendría en torno al 6.5 % – 7 % del PIB en el promedio de la próxima década.
Qué diferencia con Javier Milei, que está dando una batalla épica contra las leyes de aumento de jubilaciones y otras que ha aprobado el Congreso argentino sin indicar de dónde van a salir los recursos.
Son leyes demagógicas dadas a pocas semanas de las elecciones provinciales y a dos meses de las legislativas, con fines claramente electoreros.
La determinación de Milei de defender el equilibrio e incluso el superávit fiscal es tal que va a vetar esas leyes y si el veto no prospera las demandará judicialmente, a riesgo de perder popularidad entre los beneficiarios.
Sabe que el secreto del crecimiento está en reducir -no aumentar- impuestos y eliminar regulaciones, y para eso requiere superávit fiscal.
De hecho, reduciendo considerablemente el gasto y las regulaciones, ha logrado que el superajuste argentino -de 15 puntos del PBI- no haya sido recesivo sino expansivo. La economía empezó a crecer a los pocos meses y ahora lo hace a una velocidad superior al 7%. No tiene precedentes en la historia económica global.
La política de Trump solo tiene en común con la de Milei la eliminación o reducción de algunas regulaciones e impuestos (salvo el arancel). Pero en lugar de reducir, aumenta el gasto público: en infraestructura, en defensa y en subsidios e incentivos a una serie de ramas productivas como nuevas plantas nucleares, petróleo, gas y carbón “limpio”, IA, manufactura avanzada (chips, maquinaria, defensa), minerales estratégicos, incremento de pagos directos a agricultores y ganaderos, compra de excedentes y apoyo a exportaciones y créditos y seguros agrícolas subsidiados.
Es decir, el crecimiento de la economía no se basa en la libertad económica y la libre competencia con reglas iguales para todos, como en Argentina, sino en políticas de apoyo dirigidas a ciertos sectores y con protección arancelaria. Es decir, mercantilismo.
Eso puede producir algún estímulo en el corto plazo, pero en el mediano plazo no funciona porque mina la competitividad y genera distorsiones.
Fuera de afectar el crecimiento global porque, según el FMI, el arancel promedio norteamericano sube siete veces, de 2.5% a 17.3% -regresando a niveles de 1934- lo que causará un crecimiento decreciente del comercio global, de 3.5 % en el 2024 a 2.6 % este año y 1.9 % en el 2026.[1]
En resumen, las políticas de Trump serán a la larga nocivas para Estados Unidos y para el mundo. Por lo tanto, también para nuestro país. Debemos dar la batalla de las ideas para combatirlas. Lampadia
[1] Ver PERSPECTIVAS DE LA ECONOMÍA MUNDIAL, FONDO MONETARIO INTERNACIONAL, julio 2025