Jaime de Althaus
Para Lampadia
Francisco Sagasti ha lanzado una propuesta llamada de “consenso ciudadano” para aprobar en el congreso una reforma constitucional dirigida a adelantar las elecciones generales para que el 28 de julio del 2023 asuman un nuevo presidente y vicepresidentes y un nuevo Congreso. Se aprobaría por más de 66 votos y referéndum. Estas nuevas autoridades culminarían el periodo de los actuales, es decir, terminarían su función el 28 de julio del 2026. También propone que el nuevo congreso designe una comisión especial encargada de elaborar una propuesta integral de reforma política cuyos puntos enumera.
Lo positivo de esta iniciativa es que establece un camino de salida. Propone, además, como parte de ese camino, aprobar algunos cambios que prevengan que en el siguiente gobierno se repita la crisis de gobernabilidad y de representación que hemos tenido. Es decir, que volvamos a caer en lo mismo.
Sobre lo primero -el camino de salida-, reiteramos el comentario que hemos hecho a las propuestas de adelanto de elecciones generales que se han formulado: mantiene al presidente Castillo hasta el 28 de julio del 2023, y eso es mucho tiempo, suficiente como para terminar ocasionando un daño profundo e irreversible al Estado peruano. El país no aguantaría. La propuesta debería considerar la renuncia o salida del presidente en el más breve plazo, y su reemplazo interino por el presidente o presidenta del Congreso, hasta el 28 de julio del 2023.
Sobre lo segundo -prevenir que no se repita el mismo cuadro actual-, se propone, en primer lugar, realizar las elecciones parlamentarias junto con la segunda vuelta, no con la primera. Esto ayudaría, efectivamente, a reducir el número de bancadas y facilitar que el gobierno tenga mayoría, de manera que pueda gobernar.
Pero, de todos modos, no sabemos qué tipo de mayoría se conformará. La mejor garantía de contener la hemorragia de leyes populistas que hemos tenido en los últimos dos años y que en el futuro tengamos leyes mejor elaboradas, discutidas y pensadas, es tener un Senado que revise las leyes aprobadas por Diputados. En ese sentido, resulta vital aprobar, antes del adelanto de elecciones, el proyecto de reforma constitucional que restablece la bicameralidad. No dejarlo para el siguiente congreso, como propone la iniciativa.
Porque, de otro lado, las disposiciones introducidas en la propuesta con la idea de procurar una mejor representación no necesariamente conseguirán el resultado que buscan. Se propone elecciones primarias internas en las que voten los militantes y donde las postulaciones sean individuales y no por listas, y no haya candidatos designados. Pero nada de esto asegura mejores candidatos.
En cambio, si tuviéramos bicameralidad con distritos pequeños para elegir diputados, los electores podrán elegir mejor porque escogerán entre un número mucho menor de candidatos. Y si elegimos todo o parte del Senado en un distrito único nacional, podemos atraer a representantes de la élite académica, profesional o empresarial que ha desertado la política. En suma, tendríamos una mejor representación y relación con los electores.
De otro lado, lo que se requiere además son bancadas disciplinadas, cohesionadas. Sin duda el que no haya voto preferencial, como se propone, ayuda a ese propósito, pero debería incluirse además la disposición contenida en el proyecto de bicameralidad que señala que los candidatos a la presidencia de la república pueden postular también al Congreso, a fin de que el líder del partido esté presente en el Congreso, dirija su bancada para darle cohesión, y se facilite la formación de acuerdos políticos entre bancadas. En esa misma línea, contrariamente a lo que señala la propuesta, sí tiene sentido que el partido o el candidato presidencial pueda designar candidatos, precisamente para que haya coherencia en la bancada.
Por otro lado, en el tema de la paridad, se dispone una forma de escoger los parlamentarios electos que tendría como consecuencia que queden excluidos mujeres u hombres que obtuvieron más votos que algunos de los que ingresen. Eso no es democrático.
En cambio, es positivo, para darle cierta viabilidad a la propuesta, que puedan postular los actuales congresistas. Pero esto también está presente en el proyecto de bicameralidad que, como sabemos, no alcanzó los 87 votos. Deberíamos concentrarnos en lograrlos. Ese proyecto viene discutiéndose, en realidad, desde hace años, y ya se le ha retirado las inclusiones inconvenientes. De aprobarse, el propio adelanto de elecciones se facilitaría, con la ventaja de que, teniendo un Senado, sin duda no regresaríamos al mismo desastre en el siguiente periodo. Lampadia