Decepcionante la respuesta de Carlos Meléndez a nuestra nota Meléndez ensalza al chavismo. Esperábamos, sinceramente, una contestación a la altura de sus grados académicos. Lamentablemente, al leer su columna del miércoles, constatamos que en vez de ofrecer argumentos sólidos, índices y estadísticas que expliquen su razonamiento y punto de vista, ha recurrido al adjetivo fácil y a los prejuicios en un vano esfuerzo de rebatir nuestra crítica que estaba sustentada en cifras y hechos.
Declaración de María Corina Machado en Lima en el seminario de la Fundación Internacional para la Libertad, presidida por MVLl
En su intento de respuesta vuelve a recurrir a imprecisiones y falacias para defender su posición. Para muestra, un botón: “como lo han señalado muchos [¿Quiénes? ¿Dónde están los nombres, citas, referencias?] nuestro crecimiento económico es tacaño porque a pesar de las cifras macroeconómicas la pobreza disminuye a un ritmo muy lento” (el subrayado es nuestro).
¿Cómo un politólogo que “clama” por un debate serio puede hacer una afirmación como ésta sin citar a nadie y mostrar las cifras que sustenten su argumentación? Creemos que lo hace por una simple razón: No es cierto que nuestro crecimiento económico sea “tacaño” y son, justamente, las cifras de reducción de la pobreza y su composición las que demuestran la falsedad de esta sentencia.
Según el INEI, en el 2004 el 58.5% de los peruanos eran pobres, en el 2013 solo el 23.9%. En ese mismo periodo la pobreza extrema cayó a 4.7%, lo mismo ha ocurrido con la desigualdad. (Ver Al menos 80% de la reducción de la pobreza es por el crecimiento).
Estos resultados son reconocidos fuera del país por tirios y troyanos. La reducción de la pobreza en el Perú, en menos de una década, es casi milagrosa y debiera ser celebrada con más generosidad y consecuencia en el Perú. Pero hay quienes, como Meléndez, que no solo la niegan tozudamente, sino que incluso sostiene que el chavismo (un régimen que desarrolla un asistencialismo desenfrenado para mantener en el poder a una cúpula corrupta), sería igual de eficaz para reducir la pobreza.
Veamos lo que ha ocurrido en el Perú según tres estudiosos del tema y que, de ninguna manera, pueden ser considerados “´fanáticos del modelo pro mercado”.
Juan Mendoza, profesor de la Universidad del Pacífico, sostiene que casi 85% de la reducción de la pobreza desde el 2004 se debe exclusivamente al crecimiento económico. Según este investigador, si no hubiera habido crecimiento económico al día de hoy tendríamos al menos 52% de pobres. Mendoza remarca: “Los datos sugieren que la manera más eficaz de combatir la pobreza no es diseñar programas de transferencias sino fomentar la inversión privada y el funcionamiento de los mercados, que han sido los motores del crecimiento desde 1990.”
La ex Ministra de Desarrollo e Inclusión Social, Mónica Rubio, tiene un opinión casi idéntica “para el Perú el rol del crecimiento económico es central, estimándose que este es responsable por el 75% al 85% de la reducción de la pobreza.”
El investigador de Grade, Javier Escobal, destaca que “la evidencia muestra que la mayor contribución al incremento de los ingresos rurales de los pobres proviene de los ingresos laborales. Las transferencias y donaciones públicas han tenido un rol importante en la explicación de la reducción de la pobreza extrema, pero no son el factor más importante para explicar la reducción de la pobreza en el segmento de pobres no-extremos.” (…) Este especialista enfatiza además -contra lo que muchos piensan- que la tasa de pobreza rural viene disminuyendo mucho más rápido que la urbana. En palabras de Escobal: “como nunca antes, vemos que brechas históricas vienen acortándose.” (Ver al respecto No es chorreo, son manantes).
Entonces, queda claro que la clave para derrotar a la pobreza es la creación de riqueza, no el asistencialismo. El crecimiento económico ha sido, sin duda, la mejor política de inclusión social. Una receta que cuenta con la ventaja de ser sostenible en el tiempo a diferencia del populismo asistencialista que ha demostrado históricamente que termina destruyendo y empobreciendo a las naciones. Hoy es difícil encontrar alguien que no reconozca el desastre económico y social en el que se encuentra Venezuela. Uno de ellos parece ser Meléndez, que le reconoce una alta eficiencia para combatir la pobreza.
No entendemos por qué Meléndez no ha recogido la opinión de los especialistas arriba citados, en especial porque por lo menos dos de de ellos publicaron sus conclusiones en uno de los diarios en los que escribe. Tampoco comprendemos como en su columna no hizo ninguna referencia a la terrible postración económica y política de Venezuela a la hora de referirse (por no decir elogiar) a sus cifras de pobreza. Esa omisión es tan grave intelectualmente como una caída luego de hacer un triple salto mortal. De igual manera, publicar una columna sobre Venezuela y no hacer un balance, ni darle perspectiva, en un momento especialmente doloroso para muchos de sus ciudadanos, es una falta injustificable.
Meléndez, además, parece que solo se lee a sí mismo. Si se diera tiempo para revisar Lampadia, no solo estaría mejor informado sobre la situación real del país, sino que habría tenido que reconocer que nosotros nunca hemos hablado o estado a favor de ningún “piloto automático”. De hecho, uno de nuestros afanes es señalar los riesgos de la inacción y efectuar propuestas serias y concretas sobre los temas nacionales más importantes.
Por último, es sintomático que Meléndez reclame un debate serio, cuándo en la respuesta a nuestro artículo, hace todo lo contrario: ausencia de rigor, ningún sustento para sus afirmaciones, solo excusas y, claro, nos llena de calificativos que provendrían de sus prejuicios (basta contar la cantidad de adjetivos e insultos que nos dedica). En lo que sí le damos la razón es en que la “pobreza intelectual tergiversa, engaña y dificulta el verdadero debate”. Nos queda claro, ahora, en que con Meléndez no se dará el debate serio que el Perú requiere. Lampadia