Jaime de Althaus
Para Lampadia
Es increíble que haya sido la propia Keiko Fujimori quien haya matado el proyecto de la bicameralidad declarando que el congreso no debe insistir en esa reforma porque está deslegitimado. Después de relanzar la posibilidad de ser candidata presidencial generando una reacción contraria, ¡ahora quisiera recuperar popularidad a costa de un Congreso en el que Fuerza Popular tiene la bancada más grande y de una reforma fundamental que fue impulsada por su propia bancada!
Claro, la política tiene su propia lógica (populista), pero debería haber un mínimo de responsabilidad. Keiko Fujimori juega en pared con La República deslegitimando al Congreso en este afán, solo para terminar recibiendo una gran portada denigratoria, como siempre. También es cierto que los medios serios no editorializaron ni menos hicieron una campaña en favor de la aprobación de esta reforma. Tampoco las bancadas de Renovación Popular, Avanza País y Alianza para el Progreso que, si bien votaron a favor, no hicieron campaña interna para conseguir votos ni intervinieron en el debate. Como si hubiese una vergüenza general, a todo nivel.
Es francamente desalentador. Lo único positivo de las entrevistas recientes de Keiko Fujimori ha sido la promesa de que trabajará “para se logre un candidato de consenso que vaya más allá de Fuerza Popular”. Es lo que el país necesita, para recuperar confianza en su futuro, en su viabilidad como nación. Pero, por lo que vemos, parece dudoso que realmente esté comprometida en ese propósito. Si fuera cierto, debería comenzar por buscar reuniones con los líderes políticos del centro y la derecha, a fin de crear un grupo de trabajo multipartidario que elabore unas bases de plan de gobierno.
Un trabajo conjunto de esa naturaleza ayudaría, de paso, a crear el espacio común de confianza que luego permita discutir la posibilidad de un candidato de consenso, y a darle un norte a la agenda legislativa del congreso actual, que urgentemente debe pasar de los proyectos populistas o particularistas, a las reformas que el país necesita. Pero vamos en el sentido contrario.
Porque tampoco hay fondo en los cambios que Keiko Fujimori le reclama Dina Boluarte. Estos no deberían limitarse a cambios de personas, de ministros, sino a cambios en los objetivos y políticas de gobierno que luego de seis meses y considerando el horizonte del 2026, deben empezar a tener una mirada de mediano plazo orientada a resolver los problemas estructurales, y ya no solo a atender las emergencias.
Pareciera que Fuerza Popular se hubiera olvidado de que el fujimorismo tiene la paternidad de la gran ola de reformas de los 90 que le permitió al país crecer a tasas altas durante casi tres décadas y reducir drásticamente la pobreza, y que por lo tanto debería tener un compromiso con impulsar la repotenciación del modelo, y completarlo además con las reformas institucionales y políticas que nunca se hicieron y respecto de las cuales el fujimorismo tiene más bien una deuda, que sigue agrandando.
Insistimos: para que el próximo gobierno tenga éxito en devolverle al Perú un norte claro que revitalice la inversión y la confianza nacional, hay que comenzar desde ahora avanzando con las reformas políticas y económicas necesarias para que podemos elegir mejor, haya gobernabilidad y empecemos a levantar las barreras que les impiden crecer a la mayor parte de los peruanos porque los excluyen de la legalidad y de servicios públicos de calidad, que no existen.
Keiko Fujimori debería darse cuenta de que la mejor manera de reposicionarse es señalar un camino claro en un momento en el que se ha perdido el rumbo, y no sabotear lo poco bueno que se trata de hacer. Lampadia